Guillermo del Toro volvió a hacer gala de su ironía y contundencia al despedirse del público tras la proyección de Frankenstein, su última película, en la semana pasada Nueva York. Esta vez, lo hacía para cargar contra la inteligencia artificial y su uso dentro del cine. “¡Buenas noches y que le den a la IA!”, exclamó sin titubeos el director mexicano ante un auditorio lleno, después de participar en un coloquio junto al actor Oscar Isaac y la cineasta Céline Song, que se dedicó a moderar la charla.
El realizador nacido en 1964, lleva décadas construyendo un imaginario cinematográfico inconfundible, donde lo fantástico y lo monstruoso conviven con la ternura. Películas como El laberinto del fauno, La forma del agua o El espinazo del diablo lo han consolidado como uno de los autores más singulares del cine contemporáneo.
En la misma línea, en Frankenstein del Toro vuelve a sumergirse en la adaptación de un clásico literario de Mary Shelley. Ya había reinterpretado relatos conocidos, como Pinocho de Carlo Collodi o los cómics de Hellboy y Blade II, pero Frankenstein representa su versión más personal y filosófica. No solo rescata la historia del doctor que juega a ser Dios, sino que aprovecha su promoción para cuestionar la fiebre por la inteligencia artificial generativa que domina la comunicación mundial.
@vanityfair “F*** AI” #GuillermodelToro says goodnight after tonight’s screening of ‘Frankenstein’ in #NYC—and a Q&A with moderator #CelineSong and star of the film #OscarIsaac ♬ original sound - Vanity Fair
El alegato del director en contra de la IA
Durante la presentación de Frankenstein en el Festival de Venecia, el cineasta fue muy claro con su posición. “No me da miedo la inteligencia artificial, me da miedo la estupidez humana que es mucho más abundante”. Su reflexión, lejos de ser una simple provocación, llega en un momento en el que la industria del entretenimiento parece entregarse sin reservas a la IA, incluso en ámbitos creativos como la escritura de guiones.
Por su parte, del Toro no reniega de la tecnología, pero sí de su uso acrítico. En su visión, la historia de Frankenstein funciona como advertencia: el progreso sin responsabilidad puede volverse contra nosotros. En su lectura contemporánea, la IA ocupa el lugar del experimento descontrolado de Shelley, y el monstruo, el de una humanidad que se olvida de su propia esencia.
Aunque la inteligencia artificial continúa lejos de alcanzar la sensibilidad y profundidad emocional del arte humano, del Toro invita a reflexionar sobre el valor real de la creación: no solo el resultado final, sino el gesto de una persona que dedica tiempo, esfuerzo y alma a algo que puede conmover a otros. Esa apuesta por lo humano explica también el auge de los eventos, coloquios y proyecciones especiales que buscan devolver el cine a la experiencia compartida, con los propios creadores al frente.
Del Toro contra la inteligencia artificial
La postura del director no es nada nuevo. "¿La IA te va a hacer llorar porque has perdido a un hijo, a una madre o porque has malgastado tu juventud? Joder, claro que no. Eso no va a pasar”, decía ya durante el año pasado en una charla en el British Film Institute. Con esa frase, del Toro resumía su defensa de un arte profundamente humano, alejado de lo mecánico y de la producción automatizada que representa la IA.
Tal y como explicó, su visión parte de la experiencia de haber dirigido Pinocho de Guillermo del Toro, su primera película animada, que fue realizada con la técnica artesanal del stop-motion. “Vi una demo hecha con IA y pensé, 'esto es lo que mucha gente se piensa que es la animación. Dar indicaciones y el ordenador lo hace', pero la IA lo que ha demostrado es que puede hacer salvapantallas más o menos convincentes. Esencialmente es eso. Y creo que el valor del arte no es cuánto dinero cuesta o cómo hacer que suponga menos esfuerzo, sino cuánto arriesgarías para estar en su presencia. ¿Qué harías por estar en presencia de Noche estrellada en el Museo de Orsay? ¿Irías a París? ¿Harías una cola durante tres horas? Y luego tendrías cinco minutos en los que te conmovería enormemente. ¿Cuánto pagaría la gente por esos salvapantallas?”, reflexionó el mexicano al respecto.
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