La de Foyone es una de las voces más reconocibles del rap patrio. Tras doce años de carrera, el malagueño ha construido un universo propio de identidad andaluza y crítica social que ahora remezcla en Manolito, un disco que propone una vuelta a ese rap de antes y en el que conviven todas sus facetas.
Pregunta (P): Tu último proyecto en solitario, Demoni, nacía de la necesidad de reflexionar. ¿De dónde viene Manolito?
Respuesta (R): Justo de lo contrario. Después de un parón tras diez o doce años de carrera, lo que me pedía el cuerpo era continuar. Antes de que saliera Demoni, ya tenía algunas canciones de Manolito preparadas. Ha venido de un momento de mucha actividad, de estar encerrado en el estudio y las ganas de hacer música.
P: El disco tiene varias capas de mensajes. ¿Qué le planteas al público?
R: He querido mostrar varias facetas mías, no centrarme en buscar un sonido concreto, sino tener esa libertad de poder crear. Hay muchos estilos y temas diferentes. Cada persona es libre de pillar el que más le guste y disfrutarlo.
P: Es una propuesta de old rap en un momento de mucho vértigo en el panorama musical.
R: Es una estética que a mí siempre me ha representado, también por mi edad y por la música con la que he crecido. Siempre me he sentido muy cómodo con ese rap más noventero. Ha sido una gran parte de mi identidad de la que no reniego a pesar de que estamos en 2025 y de que han pasado 30 años desde el auge de esa música.
P: Eres un rapero muy político. En el último Rap Sin Corte has hablado por ejemplo de la gentrificación en Málaga.
R: Vivimos en una época en la que, con la excusa de gustarle a la gente, muchas personas pueden tomar una ideología o posicionarse de ciertas maneras sin luego estar comprometidos con las causas. En este caso, los problemas de Málaga son algo que me toca de cerca, que afecta a mi gente y a mi barrio. Se está gentrificando todo, los precios del alquiler son inasequibles, ya no se puede vivir en Málaga siendo malagueño. Hace falta decir las verdades cuando son verdades, y no usarlas como elemento para atraer oyentes. Callarte cosas que sufres por pensar que sales perdiendo es algo muy poco valiente. Hay que decir lo que piensas y lo que te duele, y lo que no te afecta, no decirlo.
P: En Málaga hay una situación insostenible.
R: Ha sido todo muy rápido. A nadie de los que somos de allí nos gusta cómo se están planificando las ciudades, con esos rascacielos y edificios forzados. Eso es para gente de fuera que compre un ático por 10 millones cuando estás en un barrio de pescadores. Eso pasa.
Me saldría más a cuenta decir que soy terraplanista y ser el cliché del rapero con el gorrito de papel de aluminio
P: En Terraplanismo le das la vuelta al rap que ha servido de vehículo a las teorías conspiranoicas
R: Soy el primero también que dice ‘Hola humano, está hablando con los reptilianos’, pero tiene que ser sincero. En ese momento estaba con esa movida en la cabeza. Cuando alguien te dice de cierta manera ‘voy a hacer un tema sobre marcianos’, queda fake. Siempre me ha gustado el tema del esoterismo. que es algo que se percibe en otros temas. Ahora, pensando en el oyente, me saldría más a cuenta decir que soy terraplanista y ser el cliché del rapero con el gorrito de papel de aluminio, pero sería mentira.
P: Más de 12 años desde Dólares mentales. ¿Cómo ha cambiado todo?
R: Cuando empezamos prácticamente era todo campo. Había poca gente subiendo vídeos a YouTube. A día de hoy es impensable hacer tu música y no darle un apoyo visual. En esa época, todo estaba más hecho a mano. Los primeros conciertos que cerramos eran con fans de Argentina, buscábamos las salas y había un trato más directo. Ahora hay intermediarios que son necesarios, pero si no das con gente buena, puede suponer un freno en tu carrera. La esencia sigue siendo la misma, es tú con tus ganas de gritarle al mundo lo que sientes, lo que piensas, y que la gente lo escuche y se identifique. El resto es artificio, adorno, dinero y papeleo. Pero como todo, burocracia.
P: Tú también has cambiado. Ya van varios años desde el primer Rap Sin Corte.
R: No puedo luchar contra querer seguir siendo el niño que era. Pierdes en algunas cosas, ganas en otras, el público también madura contigo, es algo bonito. De hecho, que no hay que tenerle miedo a cambiar y a que tu música y tu pensamiento cambie, es natural y hay que aceptarlo.
Manolito nace en mitad de una especie de semibrote
P: En Manolito está presente esa figura de amigo imaginario, de pensamiento intrusivo. ¿Cómo nace ese concepto para vertebrar el disco?
R: Desde siempre he tenido esas rayaderas mentales de episodios de brotes psicóticos. Manolito nace en mitad de una especie de semibrote. Fue como un pensamiento que me obligó a ponerles nombre a todos los temas que tenía en la cabeza, como una luz que se enciende. Salió de un momento de hiperactividad mental.
P: ¿Cómo te hacen lidiar esos pensamientos intrusivos con cuestiones como el reconocimiento o la autocrítica?
R: Me guío más por el impulso o la intuición. No soy una persona que dude mucho de cada paso que vaya a dar porque siento que ya he tenido mi etapa de dudas y se pierde mucho tiempo. Prefiero guiarme por la espontaneidad de crear y hacer música, que es lo que me gusta, que rayarme por si lo que he hecho es perfecto o no. Esa imperfección forma parte muchas veces de la magia de las canciones o de la vida en general, no se puede controlar todo y tampoco pretendo hacerlo.
P: En Manolito también haces reivindicación de Andalucía. Dices “por ser del sur ya tengo que ser cateto”.
R: Aún hay muchos clichés y estigmas contra los andaluces. El más típico, que somos vagos. Es un prejuicio que tiene cierto sector con un pensamiento ideológico muy marcado. Siento mucho orgullo de ser andaluz. Soy consciente de que en Andalucía ha habido muchos pensadores, mucha gente que a pesar de tener un acento marcado o vivir la vida desde una forma que te da nacer en Andalucía, no dejan de ser intelectuales.
P: En la escena rap de los últimos 20 años Andalucía ha sido clave. Además, tú vienes de Málaga, que tiene una escena muy potente.
R: Sí, siempre. Desde que empecé a escuchar rap, Andalucía ya era un punto clave donde surgían muchos artistas. Siempre ha sido un foco creativo. Tiene una forma de vivir y de expresarse muy particular. Además, allí se anima mucho a los niños a cantar o a participar, y eso te quita el miedo o la vergüenza. En otros lugares quizá te dirían que no hagas el ridículo, pero allí no existe ese miedo. Y creo que eso facilita que, de mayor, la gente no tenga reparo en decir: ‘Oye, yo quiero dedicarme a esto’
P: A raíz del tema de Fernando Costa contra Ayax, se ha recordado la cultura del ‘beef’ en la industria. Algunos incluso han vuelto a rescatar tu Síndrome de Anuel contra El Jincho.
R: A la gente le gusta ese tipo de cosas. A mí personalmente me da chapa, pero como personas somos bastante morbosos. Cuando percibimos ese ambiente de ‘hostia, se están peleando’, llama la atención. Es como cuando sales de un colegio y ves a dos niños discutiendo y todo el mundo se queda mirando. Sin embargo, cuando ese mismo niño saca un 10 en un examen, nadie habla de eso. Creo que eso nos define como sociedad, nos atrae el morbo. Y por más que luego hagas una canción que sea la hostia, a la gente le va a llamar más la atención el conflicto. Si en algún momento necesitas desahogarte de alguna manera, que te sirva para eso el beef, para soltarlo, quedarte tranquilo y seguir adelante.
P: Quiero preguntarte por las acusaciones de abuso sexual contra Ayax y Prok.
R: Mi opinión sobre ello es que lo considero un hecho de abuso sobre la mujer. Es algo delicado. Mi máximo apoyo a todas las víctimas de ello. Los que tienen que hablar son los jueces para ponerlo todo en orden y darle esa justicia a las personas. Es algo que me hace sentir mal cuerpo. En mi círculo yo nunca he visto eso.
P: Con casos de violencia machista siempre existe esa espiral de silencio, especialmente en la escena musical.
R: Es un tema muy delicado, como para hablar a la ligera de algo que no conoces o en lo que no estás implicado. Cuando te preguntan '¿qué opinas sobre esto?', mi postura es que cualquier conducta de ese estilo merece el castigo máximo posible. Hay que proteger a las personas que, en ese contexto, son vulnerables. Creo que eso es algo que cualquiera con dos dedos de frente debería tener claro. Más allá de eso, que un artista, por su posición de poder, pueda abusar o manipular me parece algo muy turbio, muy sucio y totalmente fuera de lugar. No encaja con mi forma de pensar ni con la manera en la que yo me entiendo a mí mismo como rapero.
Síguenos en Google Discover y no te pierdas las noticias, vídeos y artículos más interesantes
Síguenos en Google Discover