Rulo, conocido por su música y sus letras cargadas de emoción, da un paso más allá en su faceta artística con la publicación de Cuestión de suerte (Suma), su primera novela. En esta conversación, el cantante y ahora escritor cántabro reflexiona sobre el proceso creativo, las conexiones entre su vida y su obra, y los temas que atraviesan tanto su libro como su vida personal: la música, el fútbol, las relaciones humanas y los cambios en la forma en que consumimos cultura. Con la honestidad que lo caracteriza, Rulo comparte los latidos que lo llevaron a escribir esta historia y las inquietudes que le siguen dando sentido a su arte.
Pregunta: El otro día, repasando entrevistas tuyas, te leí decir que hacías lo que te sale del corazón y la entrepierna. Me imagino que este libro haya sido motivado por esta frase.
Respuesta: Lo primero suena poético y lo segundo bruto. Sin embargo, es una buena manera de definirme artísticamente. Siempre he funcionado por latidos. La novela nadie se la esperaba ni tampoco me la pidieron. Empecé a escribirla, llegué al quinto capítulo, se lo enseñé a mi editor y a mi pareja, y los dos se enamoraron de Roy, el protagonista. Querían saber más sobre él y me lo creí. Ha sido todo muy visceral. La palabra novela me suscitaba respeto y atracción.
P: ¿Hay mucho de Rulo en Roy?
R: Hay mucho, pero no soy yo. La gente que me conoce y se lee el libro ve muchas cosas mías en Roy. Como se dice en Reinosa, "ese perro me ha mordido a mí". A lo largo de la historia, he volcado algunas de mis experiencias y otras han nacido de mi imaginación.
P: Tú naces en la montaña cántabra y Roy es hijo de un marinero vigués. ¿Por qué este contraste?
R: Tengo amigos de Santander que faenan y ha sido fácil dibujar el ambiente marinero. Roy no podía ser de Cantabria, pero Cantabria debía existir en la novela. Así que se enamora y casa con una chica bien de Santander.
P: También sale el Racing.
R: Soy muy futbolero, a pesar de que todo se ha vuelto especialmente mercantilista y a veces parece que no hay corazón. A veces me pregunto para qué coño me gustará tanto el fútbol. Cuando ves a los jugadores en un hotel y ni se paran a sacarse fotos o firmar autógrafos a un niño, por ejemplo. Ojalá no me gustara, pero sigo viéndole el punto romántico. Voy con mis hijos al fútbol y toda mi familia es socia del Racing. En El Sardinero noto un movimiento juvenil que está enganchado al equipo. Entonces, sigo viendo la poesía en el fútbol y me gusta cómo está jugando el equipo. También soy muy del Madrid, pero está jugando como el culo. Me gustan los equipos que proponen, no los que juegan un fútbol antiestético y resultadista.
P: Destacas la diferencia entre el rockero y otros artistas. De hecho, en el libro escribes: "Soy yo el que está aquí, pero crecimos en el mismo barrio. De hecho, podría ser tú el que estuviera frente a ese micrófono".
R: Comparo entre el rockero en América Latina y el de aquí. Allí son rockstars, ya que existe un sistema y un público que lo demandan. En España es diferente. He crecido con Rosendo, un ídolo con el que luego he tenido la suerte de conocer, tocar y cantar. Desde pequeño, los cantantes de rock a los que admiraba eran de barrio: Barricada o Los Suaves, por ejemplo. En otros lugares, los rockeros son estrellas inalcanzables. Además, en América Latina la música se vive como religión y aquí como ocio. Ese fervor no lo tenemos.
P: El protagonista también dice que América Latina nos ha colonizado con la peor de sus músicas.
R: Yo no soy tan así. Roy vive una catarsis personal que le provoca patalear contra todo, incluso contra sí mismo. A mí, por ejemplo, no me gusta el 80% de la música urbana. Me gusta Residente y su forma de cuidar los textos. Sin embargo, la música urbana no se ha caracterizado por ello. No voy a decir que todo lo urbano es una mierda, pero hay muy pocas cosas que me gustan. Soy amante de la música latinoamericana, y hemos vivido de espaldas a ella. ¿Por qué no se conoce en España a Soda Stereo? Me da rabia que hayamos aceptado como nuestro el estilo con menos calidad de América Latina. No soy un abuelo cebolleta y entiendo que cada década tiene cosas maravillosas. Hay gente joven haciendo cosas muy buenas, por supuesto. Pero me sorprende que lo urbano esté de moda cuando hace años era considerado como algo cutre.
P: Otra de las pataletas de Roy es sobre la anglosajonización del arte.
R: Me pasa a mí también. Ya no decimos prueba de sonido, decimos check sound. Es la hostia. O tour manager. Queriendo ser cool, parecemos algo paletos. Entiendo que no podemos escapar de la globalización, pero el castellano es un idioma muy rico.
P: Los celos juegan un papel importante en la obra. ¿También en tu vida?
R: Es como lo de Vinicius con lo de si España es un país racista. ¿Quién soy yo para decir que soy o no soy celoso? Eso lo tienen que decir tu pareja y tus exparejas. El celoso no se autoanaliza como tal y lo ve como algo normal. A mí nunca me han tildado de celoso, así que pienso que no lo soy.
P: Otra de las problemáticas que aparecen en la obra es la conciliación laboral.
R: Cada vez hay menos natalidad y no hay políticas para mejorarla. Te vas a los países del norte y es alucinante las ayudas que hay. Hoy en día, el verdadero rock and roll es tener hijos. Lo de irte de pedo hasta las 4 de la mañana lo hace todo el mundo. Lo difícil de hacer es tener hijos cuando las dos personas tienen que currar.
P: Escribes: "Hay pajas que salvan matrimonios".
R: No me acordaba de haberlo hecho. Pero sí. El problema es que Roy es terriblemente humano e imperfecto. Esa frase la suscribo yo también.
P: ¿Qué reflexión te merecen los hábitos de la juventud y su forma de consumir música?
R: Tengo una hija de 17 años y veo que el mayor peligro que acecha a la juventud es el de las redes sociales. Perjudican seriamente a la salud. Cuando salió el tabaco no estaba tan regulado y no éramos conscientes de lo peligroso que era. Las redes sociales van a acabar estando reguladas porque son peligrosísimas. Hay que hablar de los problemas de salud mental y de suicidio en la juventud, ya que las redes sociales lo potencian. Una chavala de 15 años no sabe discernir entre la realidad y la ficción. Se vende una perfección que en la realidad no existe. En cuanto a la música, parece que si a los 10 segundos no ha entrado el estribillo, la canción no mola. Nunca he entrado al trapo, pero la gente joven lo está haciendo. Se ven en la vorágine de tener que hacer una canción por semana y pensar en el éxito. Todo esto deriva en problemas muy heavys de salud mental.