La artista francesa Jeanne de Petriconi, quien recientemente exhibió su gran escultura de aluminio, Architectomie #1, en el Palacio de Cibeles de Madrid, realiza una exposición individual con sus últimas piezas escultóricas en la Galería Gurriarán de Madrid 

En una conferencia en La Femis de París que tuvo lugar el 17 de marzo de 1987, Gilles Deleuze afirmaba, al hablar de los valores táctiles de la mano en el cine de Robert Bresson, que aquellos no sólo residen en su brillante manera de filmar las manos, «sino que si sabe filmar las manos es porque necesita las manos. Un creador es un ser que trabaja por gusto. Un creador solo hace lo que necesita absolutamente». Tesituras por las que, aunque a su manera, transita la artista francesa Jeanne de Petriconi cuya obra se inspira tanto en elementos orgánicos como en estructuras arquitectónicas.

Lo orgánico y lo arquitectónico, dos señas de identidad que confluyen y conviven en el universo plástico de la escultora francesa. Pero no sólo como inspiración, sino también como necesidad. Esa necesidad que siente el hombre, sea a través ciencia o por medio del arte, de apresar la realidad. «Una y otra vez, el hombre se pone en relación con el mundo movido por el atormentador deseo de apropiarse de él, de ponerlo en consonancia con ese su ideal que ha conocido de forma intuitiva» como apuntó Andrei Tarkovski en su Esculpir en el tiempo.

Una necesidad patente en la escultura de Jeanne de Petricconi, aunque a su vez contenga algunas referencias, tanto artísticas como científicas, tal como la artista expresa al referirse a su obra: «La serie Éloge de la folie (Elogio de la locura) está construida a partir de una reapropiación y modificación de elementos tomados de las pinturas de El Bosco, y de la persistencia de formas arquitectónicas en mi producción. También, y muy especialmente, se inspira en el trabajo de dos científicos alemanes de fines del siglo XIX: el biólogo Ernst Haeckel y el botanista Karl Blossfeldt. El primero tradujo a acuarela miles de planchas de plantas y animales, en particular diátomos: organismos marinos unicelulares que revelan un universo científico cercano a lo sobrenatural. El segundo, sobre quien escribió Walter Benjamin, convirtió sus herbarios de plantas en arquitecturas fantásticas a través de la fotografía».

A partir de estas premisas, Jeanne de Petriconi propone al espectador un viaje sensorial, pero también hacia la reflexión, ofreciendo una pequeña pista, que es la del propio título de la exhibición y que alude al ensayo escrito por Erasmo de Rotterdam, en el que el filósofo plantea, entre muchas otras cuestiones, una confrontación, si se puede decir así, entre los conceptos de la locura y la razón, llegando a defender la primera como la verdadera fuente de sabiduría, aunque posea un cierto carácter mundano, frente a la segunda, porque quien solo se rige a través de la razón, sin dejar cabida a la pasión, a los sentimientos, acabará llevando una existencia gris y anodina.

Pero más allá de estas cuestiones, la obra de Jeanne de Petriconi es una invitación a explorar un universo muy personal, habitado por figuras cuyas formas y huecos adquieren tanta importancia como las atmósferas que generan a su alrededor. Porque en la obra de la artista francesa juegan un papel importante tanto la sombra, ese elemento visible pero a la vez tan etéreo e intangible, como las superficies traslúcidas, proporcionándole a sus piezas un cierto hálito de vidriera tridimensional. Pero tampoco es cuestión de someter una propuesta estética al rigor analítico, es decir, a la razón, porque las esculturas de Jeanne de Petriconi proponen, ante todo y por encima de cualquier teoría, una experiencia visual cuya única regla es, simplemente, dejarse llevar.

Página web de la artista: www.jeannedepetriconi.com