Las ciudades, aparte de estar repletas, normalmente, de altos edificios, tráfico incesante y un ajetreo constante, tienen la suerte de disponer de espacios verdes que contrastan con la idiosincrasia de cada lugar y que con el paso de los años se han convertido en una seña de identidad muy importante.

De hecho, se ha comprobado que, con la pandemia, los ciudadanos buscan con más ímpetu estos rincones, para desconectar y disfrutar del poder de la naturaleza que más que nunca se ha empezado a valorar. Esto se ha comprobado en los destinos vacacionales reservados el pasado verano, cuando se levantaron las restricciones, y en la proliferación de plataformas digitales para ayudar a los urbanitas a encontrar un pueblo adaptado a sus necesidades de vida y laborales.

Lejos de los parques más emblemáticos, como El Retiro de Madrid, el Parque de María Luisa de Sevilla o el Parque Güell de Barcelona, existen otros inmensos jardines iguales de bellos para perderse.

Parque del laberinto de Horta, Barcelona

Parque del laberinto de Horta.

A una hora y veinte minutos andando desde el monumento principal de la ciudad condal, la Sagrada Familia, se llega al jardín más antiguo de Barcelona diseñado en 1972 por el arquitecto italiano Bagutti y el jardinero francés Delvalet a petición del propietario de la finca, Joan Desvalls. Este aristócrata catalán quería transformar una antigua y extensa propiedad en un jardín cuidado y con ornamentación inigualable, que en el siglo XIX se sumaron nuevos detalles de carácter romántico.

En 1969 la familia llega a un acuerdo con el Ayuntamiento para entregar la finca y abrirla al público. El principal motivo que anima a catalanes y turistas a visitar el parque es su extraordinario laberinto de cipreses, que parece haber salido de una película de Disney.

Parque de Mataleñas, Santander

Playa de las Mataleñas, Santander (Cantabria)

Parque tranquilo y con espectaculares vistas a la costa de Santander y sus acantilados. Se encuentra en medio de la mítica Playa del Sardinero y la pequeña Playa de Mataleñas, famosa por sus aguas cristalinas. Desde el parque se puede llegar al Faro de Cabo Mayor o disfrutar de un chapuzón en la cala de Los Molinucos.

Pasear por el parque de Mataleñas es una experiencia muy agradable, tanto en familia, en parejas como en grupos. A los más pequeños les encanta ver el estanque de patos y los adultos aprovechan este lugar para desconectar y tomar el sol en sus verdes explanadas con vistas al mar.

Lleva abierto al público desde 1983, antes pertenecía a la familia Pérez Eizaguirre, y se ha convertido en uno de los parques más frecuentados de la capital cántabra.

Parque del Moro, Madrid

Campo del Moro, Madrid.

Los Jardines del Campo del Moro es el espacio natural de Madrid más céntrico y desconocido. Su encanto se disfruta en cada rincón, jardín de estilo inglés decimonónico con aires románticos justo detrás del Palacio Real. Pasear en primavera y disfrutar de su extensa arbolada y bonito lago es un plan perfecto para descansar en el centro de la ciudad y descubrir pequeñas joyas como las fuentes de los Tritones y la de las Conchas.

Jardines de La Granja de San Ildefonso, Segovia 

Jardines de La Granja de San Ildefonso (Segovia) (2)

A poco más de 10 minutos en coche desde Segovia se llega al Versalles español, La Granja de San Ildefonso, declarado conjunto Histórico Monumental, y la mayor contribución del reinado de Felipe V, el primer Borbón español.

Los jardines de estilo a la francesa, estilo que emergió en Europa a finales del XVII, repletos de castaños de indias, secuoyas y tilos, fueron diseñados por el arquitecto francés René Carlier y están decorados con estatuas y fuentes de influencia mitológica, figuras que recordaban a Felipe V a su infancia en la corte francesa de su abuelo Luis XIV. Dentro del recinto se haya un Palacio Real de estilo neoclásico, que se necesita entrada para disfrutarlo, así como los edificios de la Casa de Oficios y el Cuartel de Guardias de Corps, ejército borbónico para servir a las personas de la Familia Real, entre otros.

Felipe V se enamoró de este lugar entre otras cuestiones por la abundancia de agua que le permitió tener hasta 26 fuentes repartidas entre sus jardines capaces de elevar el agua a una altura de hasta 40 metros. La gran calidad del sistema hidráulico ha permitido que a día de hoy se pueda seguir disfrutando de los juegos del agua.