A sus 74 años, Karlos Arguiñano sigue acumulando recetas: las que cocina cada día en la televisión y las que incluye en sus libros, que cada año, como los turrones, vuelven a casa por Navidad. Acaba de salir a la venta ‘Cocina fácil y rico’, el noveno recetario que publica con Planeta. El incombustible cocinero vasco, que ha vendido hasta ahora más de un millón de ejemplares de sus libros, ofrece un total de 600 recetas para triunfar en casa. Lo suyo es la cocina de temporada, recetas sencillas hechas con productos al alcance de cualquiera.  “Estas recetas no te pueden salir mal si sigues los pasos. Vais a cocinar en menos de 45 minutos y vais a comer como dios”, aseguró ante un grupo de periodistas durante la presentación de su nuevo libro.

Arguiñano se ha convertido en todo un fenómeno social. Cada año tropas de fans visitan su hotel-restaurante en Zarautz, ubicado en el palacete de Villa Aiala, que perteneció a los marqueses de Casa Valdés, los suegros de Esperanza Aguirre. No puede estar en un lugar más privilegiado para disfrutar del Cantábrico y contemplar la fuerza de las olas. Aquí empezó todo y nos cuenta entre risas el gran servicio que le hace la escultura de bronce que le representa, situada en uno de los laterales del imponente edificio de piedra con la mirada puesta hacia el Ratón de Getaria. Su otro yo le ha ahorrado numerosas fotografías y, además, “lo tocan y le sacan brillo, no puedo pedir más”.

Parece como si sólo pudieran viajar los futbolistas, si eres pobre no puedes pasar de un país a otro

Más allá de los chistes, se oculta una persona carismática que sufre con las guerras, el hambre y la inmigración. “Parece como si sólo pudieran viajar los futbolistas, si eres pobre no puedes pasar de un país a otro”, asegura apesadumbrado. Este tipo de cosas son las únicas capaces de borrar la sonrisa de su rostro. “Esas cosas me duelen un montón, pero yo no lo puedo arreglar. ¡Ya me gustaría! El mundo está mal porque mandan los malos”, concluye. Asegura que el día antes de morir piensa comprar 200 gr. de cocochas para hacérselas para él solo ya que le vuelven "loco".  También hemos hablado con él de temas más lúdicos como su menú navideño: “cosas absolutamente normales, nada extraordinario”.

Todo lo que hago es para que el 90-95% de las personas que me ven sepan qué cocinar mañana sin que les cueste mucho, ni tiempo, ni dinero

PREGUNTA (P): Lo tuyo es como lo de los turrones 'El Almendro', que vuelve a casa por Navidad.

RESPUESTA (R): Así es y, por suerte, con muy buena acogida. Es curioso ver cómo la gente me sigue con tanto cariño. La gente me saluda emocionada y, a la vez, me emociono yo. Digo '¡joder, Arguiñano!, cuánto bien has debido hacer, en cuántas casas para que la gente te quiera tanto. Todo a base de comer sencillo, porque nunca he intentado hacer platos para sorprender ni para demostrarles mi profesionalidad. Todo lo que hago es para que el 90-95% de las personas que me ven sepan qué cocinar mañana sin que les cueste mucho, ni tiempo, ni dinero.

P.- ¿Con qué menú vais a celebrar vosotros las próximas fiestas de Navidad, en tu casa?

R.- Nosotros celebramos de forma muy natural. Comemos muy bien, pero nada extraordinario. Yo siempre hago un grandísimo caldo, nunca falta un buen caldo en mi casa porque somos muchos. Nunca falta una verdura: cardo, coliflor, borraja. Nunca falta un capón, criado en casa, de cuatro kilos o así, asado dos horas, dos horas y media con un par de manzanas dentro de la tripa y unos dientes de ajo. Nunca falta compota. Cosas absolutamente normales, nada extraordinario. A mí me gusta mucho las cocochas y tengo elegido cocochas para el día que me muera. Si sé que me voy a morir mañana, hoy voy y compro 200 gr. de cocochas para mí solo, pero eso será cuando sepa que me muero al día siguiente.

P.- Eso no lo vas a saber nunca

R.- Igual sí, ahora que hay tanto avance...

Cuando lo que digo se hace viral, a veces me agobio

P.- ¿Por qué crees que la gente te quiere tanto?

R.- Yo también me hago esa pregunta. Me siguen igual los presos en las cárceles que la policía, los niños de cuatro años y las abuelas de 90. ¿Qué es lo que hago? Yo no intento imitar a nadie. Yo hago de Karlos Arguiñano. Para mí es muy fácil y siempre he sido el gracioso de la cuadrilla. Yo de vez en cuando digo cosas y la gente se queda con ellas. Pero cuando lo que digo se hace viral, a veces me agobio porque igual a alguien no le encaja. De toda la vida, en el vocabulario popular español se ha llamado a las manos de cerdo, manos de ministro y cuando se me ha ocurrido decirlo en televisión, alguna madre de algún ministro me ha llamado.

P.- ¿Sí, de verdad?

R.- Sí. Pero luego también pido perdón. Le dije: 'Tampoco lo he dicho pensando en tu hijo...' Ahora no me prodigo en esto ni en los chistes que contaba hace 15 ó 20 años

P.- Lo de lo políticamente correcto te afecta, ¿no?

R.- Ya... cuando ves que el mundo no ha mejorado nada. Pero de pronto tú, que decías cuatro tonterías, ya no las digo para no molestar. ¿Las canciones? Siempre me han gustado las canciones mexicanas: 'La maté porque era mía'. Fíjate, y la gente aplaudía. 

P.- Ahora tienen una lectura diferente.

R.- Claro. Igual pasa con los chistes. 

P.- Te has colado en los hogares de todos y te conocemos como una persona natural, simpática, agradable..., pero ¿cómo es Karlos Arguiñano en su intimidad? ¿Por qué tipo de cosas sufre?

R.- Sufro con la violencia, con el hambre, con las enfermedades... El hambre me tiene muerto, a mí me sobra la comida y saber que hay tantísima gente que pasa hambre todos los días, es algo insufrible. Toda la vida ha habido guerras y cuando parecía que se iban a acabar, ya veis, ahora mismo lo estamos viviendo todos bien cerca. La emigración me hace sufrir un montón. Parece como si sólo pudieran viajar los futbolistas, si eres pobre no puedes pasar de un país a otro. Esas cosas me duelen un montón, pero yo no lo puedo arreglar. ¡Ya me gustaría! El mundo está mal porque mandan los malos.

P.- ¿Tú crees? 

R.- Sí. Si mandaran los buenos no pasarían cantidad de cosas de las que pasan.