El dirigente del Partido Popular se mueve en una contradicción no menos evidente que la de su adversario: por una parte le vendría bien que este cumpliera su mandato y procediera a las reformas necesarias evitándole molestias y un alto coste en popularidad. Pero por otra parte necesita el adelanto electoral para no tener que mojarse en las comunidades autónomas que controla. En efecto, lo suyo es que aplicara sus recetas en la gran extensión del territorio nacional que gobierna su partido, como un ensayo general con todo para su actuación como presidente de Gobierno.

Sin embargo el presidente popular no quiere emplearse a fondo en la adopción de medidas impopulares en esas comunidades porque pudieran dificultarle su más preciado objetivo de gobernar la nación. Así que salvo algunas medidas, más cosméticas que efectivas, de austeridad limitadas a la reducción de consejerías y organismos y poco más, los nuevos barones populares están parados en espera del Santo Advenimiento.

El caso de Maria Dolores de Cospedal es especialmente significativo. Da la impresión de que la flamante presidenta de Castilla-La Mancha sigue en la oposición. Sus declaraciones a bombo y platillo sobre la alarmante previsión del déficit de la región que gobierna es muestran irresponsabilidad y sectarismo. La presidenta de Castilla-La Mancha y secretaria general del Partido Popular  proclama que la deuda de dicha comunidad podría triplicar al finalizar el año lo autorizado por el Ministerio de Economía y Hacienda.

Probablemente los inversores americanos solo conocían La Mancha por las andanzas de Don Quijote pero ahora los que han leído la portada de The Wall Street Journal ya saben que es una región quebrada. Mientras tanto los populares, sus gurus económicos y la prensa adicta,  siguen predicando la fantástica doctrina de que la crisis se desvanecerá como una pesadilla por el mero hecho de que Mariano Rajoy consiga las llaves del Palacio de La Moncloa. Viendo la actuación de este y sobre todo su inacción no encuentra uno motivos para compartir su optimismo.

José García Abad es periodística y analista político