Europa ha dejado de ser, esperemos que por el momento, un proyecto común, para convertirse en manzana de la discordia y en arma arrojadiza.

Solo José Luis Rodríguez Zapatero sufre en silencio, esclavo de su buen talante y de la impotencia de sus últimos días de Gobierno.

El presidente español ha tenido que soportar la verborrea de su incontinente amigo francés. Hace un par de días este alababa tanto los "enormes esfuerzos" del presidente español como  la "responsabilidad" del líder de la oposición, Mariano Rajoy.

Pero ayer le daba una puñalada trapera: "Mirad cómo cambian las cosas de rápido – dijo en un mitin en Carcasona - Se hablaba de España como de un milagro hace dos o tres años. Se hablaba de Irlanda como de un El Dorado. ¿Quién querría ahora estar en esa situación?".

Un par de días antes Sarkozy distanciaba a España de la penosa situación italiana y ayer le aproximaba a la no menos lamentable de Irlanda.

Mientras, Ángela Merkel, que cuando su colega francés elogiaba a Zapatero permanecía en ominoso silencio, rompía ayer una lanza a favor del español con quien arrastraba cierto resentimiento por augurarla en su día el fracaso electoral.

La canciller germana con tal de marcar distancias con el francés se refirió a Zapatero con palabras de sentido contrario a las pronunciadas por aquel.

Ángela Merkel expresó su agradable sorpresa por el buen comportamiento del español: “Quién iba a pensar – exclamó en otro mitin - que un país como España habría cumplido ese requisito – el de la reforma constitucional - con semejante responsabilidad".

Mientras tanto, el jefe del Ejecutivo español, tenía que sufrir  dentro de casa las reclamaciones de su compatriota Mariano Rajoy quien le acusó de no defender  con la suficiente vehemencia las arremetidas europeas contra el honor de la banca hispana.

Parecería como si Rajoy quisiera librarse de las críticas que últimamente le hacen, sotto voce, por supuesto, algunos jabalíes de su partido de que el gallego se está pasando en consensuar con el adversario importantes asuntos de Estado.

Todo parece confabularse para que José Luis Rodríguez Zapatero  trague las últimas gotas de su cáliz mientras hace las maletas. Y mientras los dirigentes europeos se tiran los trastos a la cabeza.

José García Abad es periodista y analista política