En estos días se ha publicado el resultado de una encuesta que me ha puesto los pelos de punta. Según el Barómetro Juventud y Género 2021 uno de cada cinco adolescentes y jóvenes varones cree que la violencia de género no existe y que solo es un invento ideológico. Algo que produce tanta tristeza que entran ganas de gritar, como Mafalda, “que paren el mundo que me bajo”.

Pero, por más que lo pida el cuerpo, no podemos bajarnos del mundo sino intentar que cambie. Y, para eso, es necesario analizar por qué hay tantos varoncitos que tienen metido en su disco duro semejante cosa.

Las cosas no pasan porque sí. Hubo un momento en que la lucha contra el maltrato era un clamor y a nadie se le hubiera ocurrido posicionarse con un discurso negacionista en público, porque, de inmediato, le caería la del pulpo. No olvidemos que la ley integral contra la violencia de género, esa que ahora denostan desde algunos frentes, fue aprobada por unanimidad en el Parlamento en 2004. Unanimidad, repito, Impensable en nuestros días.

El machismo se nos ha colado por las rendijas de nuestra democracia. Hemos dejado que las grietas crecieran hasta que ha cabido un discurso que pinta a las mujeres que denuncian el maltrato como unas mentirosas interesadas. Hemos dejado que hablen de chiringuitos, de paguitas y de feminazas sin darnos cuenta de que, poco a poco, ese discurso calaba en quienes tenían la mente a medio formar. Hemos permitido -porque no impedir es permitir- que la lucha contra la violencia de género se tiña de colores partidistas, con la terrible consecuencia de un enfrentamiento inaceptable. La lucha contra la violencia de género no puede ni debe tener color político.  

Este es el resultado. Nuestro jóvenes varones o, al menos, buena parte de ellos, perciben la lucha contra la violencia machista no como una tarea de todas las personas, sino como una opción política. Algo que ahora vemos en un partido, pero que no empezó con ellos. Empezó cuando otros y otras les dieron voz, cuando flirtearon con ellos a cambio de rédito electoral, cuando no enfrentaron a quienes se negaban a guardar un minuto de silencio por una víctima.

Cuando esto sucede, siempre recuerdo que quienes no condenaban cada asesinato de la banda terrorista ETA eran rechazados públicamente y asimilados a los asesinos, algo que influyó en que consiguiéramos vencer al terrorismo.

Parece que no se quisiera vencer al machismo asesino. Y nuestros jóvenes no hacen más que mirarse en el espejo que más cerca tienen. Para hacérnoslo ver.

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora
(@gisb_sus)