El Ayuntamiento de Barcelona comenzó el pasado miércoles, 28 de septiembre de 2022, a multar a los comercios, bares y restaurantes que no tiran correctamente los residuos y generan de esta forma el continuo desbordamiento de los contenedores de recogida selectiva. El fenómeno no es exclusivo de la capital catalana, se da en todas las ciudades con una gran afluencia turística y, especialmente, en sus zonas más céntricas, saturadas de establecimientos de hostelería y de apartamentos turísticos. En Madrid se ha multado hace unos días con 2.000 euros a una mujer por dejar fuera del contenedor de papel un embalaje de cartón con el nombre y dirección de la destinataria.

La sanción se ha impuesto en virtud de la ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que declara como infracción muy grave el abandono, el vertido y la gestión incontrolada de cualquier tipo de residuos no peligrosos.

Hasta ahora al hablar de incivismo se mencionaba a grafiteros, practicantes de botellonas, ciudadanos y ciudadanas que no recogen las cacas de sus mascotas, gente que abandona enseres en la vía pública, automovilistas que aparcan en segunda y tercera fila y un largo etcétera de comportamientos poco solidarios. Pero se había dejado al margen a las empresas que son las que producen más basura y las que no vigilan cómo se deshacen de ella sus empleados.

En Sevilla, como se puede apreciar en la foto que ilustra el texto, el desbordamiento habitual de los contenedores se produce en la Alameda –a pesar de los esfuerzos y refuerzos de Lipasam– porque el personal de bares, tiendas y restaurantes no pliega los embalajes de cartón antes de introducirlos en el contenedor correspondiente, o hacen mal uso de los contenedores soterrados, bloqueándolos con bolsas de gran tamaño.

La proliferación de veladores en aceras y terrazas a consecuencia de la pandemia, que no se ha corregido tras recuperarse la normalidad, ha contribuido también al aumento de residuos en las calles y a problemas colaterales como las manchas en el pavimento.

Pero sería injusto cargar la responsabilidad en el camarero o camarera que sirve, barre, limpia, cobra en negro las horas extras y figura en sus cotizaciones con un horario muy inferior al real, y encima han de tener un cuidado exquisito a la hora de depositar los residuos en el contenedor. Los empleadores deben tomarse en serio el problema, considerar el reciclaje una tarea más de la jornada y no esperar a que haya sanciones para tomar medidas, como la formación de su personal, cambiar algunas rutinas de trabajo y mejorar la sostenibilidad y el impacto ambiental de su negocio.

Los ayuntamientos, por su parte, saben que en las elecciones municipales, a ocho meses vista, la limpieza y la seguridad son temas fundamentales para el vecindario y la oposición, que siempre los consideran insuficientes.

Este problema de los residuos, que el turismo concentrado en los cascos históricos incrementa de manera exponencial, es uno de los que se beneficiaría de la implantación de la tasa turística reclamada por el alcalde de Sevilla y ya implantada en muchas ciudades europeas.