El turismo masivo y sus consecuencias están de actualidad. Todos opinamos: el exceso se ha convertido en un problema común para los que lo practican, lo padecen o se benefician de él. Las autoridades se han visto obligadas a adoptar medidas para regular y amortiguar sus efectos sobre el conjunto de la sociedad, pero las normativas llegan con retraso y no consiguen resultados visibles.
Los 95 millones de turistas que España espera recibir en 2024 son el doble de la población residente, tocamos a dos guiris por habitante. Pero el problema lo tienen las zonas saturadas como Canarias, Baleares, la costa mediterránea y las ciudades más turísticas donde a cada vecino le corresponden hasta diez turistas, en los casos más extremos
El Ayuntamiento de Sevilla ultima un protocolo para atajar el incivismo de los usuarios de pisos y apartamentos turísticos que provocan las quejas vecinales más frecuentes (ruidos a horas intempestivas, ropa tendida en los balcones, bolsas de basura abandonadas en las puertas de los edificios) y la puesta en marcha de un teléfono exclusivo para atender las reclamaciones de la población local sobre el turismo.
Ryanair ha empezado a prohibir viajar con botellas de agua en algunos aeropuertos, como es el caso de Ibiza, tras los incidentes provocados este verano por algunos pasajeros en sus vuelos a Baleares y algunas islas griegas que mezclan el agua con vodka. El CEO de la línea aérea irlandesa ha planteado el problema de los viajeros que suman al alcohol otras sustancias estupefacientes como cocaína o pastillas. Estamos a un paso de plantear controles de alcoholemia y drogas antes de subirse a un avión.
Estos dos ejemplos de comportamiento irresponsable de los turistas nos llevan a poner el foco en las personas a la hora de ver si es posible un turismo cívico que tenga en cuenta factores como la sostenibilidad, la ecología y la ética a la hora de viajar sin olvidarnos de la economía. La revista francesa "Alternatives Economiques" acaba de publicar un informe titulado ¿Por qué es tan caro tomar el tren? en el que analiza comparativamente cuál es el medio más competitivo para viajar y en el que el coche compartido por 4 personas queda en segundo lugar, casi igualado al de los abonos ferroviarios. El tren es más ecológico, pero resulta más caro que el avión. El más caro y el menos competitivo es el viaje en coche de una sola persona.
A la hora de viajar por ocio o vacaciones la opción del turismo de proximidad en el país propio comporta una dimensión cívica que pocas veces se tiene en cuenta a la hora de decidir los destinos a visitar. La publicidad de los operadores internacionales siempre nos va a vender los sitios más lejanos y los más famosos y saturados.
La flojera a la hora de preparar un viaje también nos puede jugar una mala pasada si optamos por las grandes plataformas de reservas que, como todos los intermediarios, distorsionan el mercado y nos someten a sus algoritmos que no son transparentes. Ser responsables y cívicos nos debe llevar a contratar directamente con el establecimiento hotelero elegido.
Dejarnos convencer por las recomendaciones de los "influencers" de redes como Instagram también puede defraudar nuestras expectativas más sensatas y encontrarnos con lugares desbordados y frustrantes. Seamos viajeros dirigidos por nuestro espíritu crítico y una sana independencia de criterio y estaremos haciendo turismo cívico y responsable.