A estas alturas de la partida, no voy a descubrir nada nuevo si hablo de la íntima conexión de la corrupción con la prostitución. La realidad lo confirma cada vez que pasa algo: a todos les da por lo mismo. Y esto es, a mi entender, algo que va más allá de las personas concretas que cometen uno o varios hechos concretos. Esto va de nuestra sociedad, nos guste o no. Y de eso es de lo que me disponía a escribir.
El último -por el momento, porque, por desgracia, nunca es el último- escándalo de corrupción que ha sacudido nuestra vida política lo ha demostrado bien a las claras. Sin entrar en el contenido de los hechos, en las pruebas y en su calificación jurídica, que tiempo habrá para ello, el contenido de las conversaciones que todo el mundo ha escuchado no deja lugar a dudas. El machismo no conoce siglas. Nos guste o no.
Como decía, no es nada nuevo. No hay más que echar la vista a la hemeroteca para comprobar que en cualquier escándalo de corrupción, dinero mediante, los prostíbulos, locales de alterne y similares son frecuentemente escenario de transacciones y trapicheos, lugar de celebración del éxito de la misión o destino inmediato del dinero conseguido. Como si se tratara de algo normal el que, en cuanto alguien se enriquece -sobre todo si es más de lo debido- consume ese tipo de “servicios” como quien se compra el último modelo de coche, en un alarde de testosterona de lo más rancio y reprochable.
Por supuesto, no voy a entrar en el tema, mucho más profundo, de legalización o no de la prostitución, por más que no me duelan prendas en decir cuál es mi postura personal, claramente abolicionista. Pero la cuestión de que trato hoy es diferente, y mucho más difícil de resolver que una toma de postura política con reflejo en el BOE, en el caso de que prospere. Se trata de un tema social, de un machismo que está tan fuertemente anclado en nuestra sociedad, que sale a la luz en cuanto tiene oportunidad. Porque, como se ha dicho tantas veces, sin clientes no habría prostitución. Y, visto lo visto, clientes nunca faltan.
No obstante, hay quien puede responder que se trata de un tema de dinero y corrupción, y que quienes no estamos en esa dinámica quedamos fuera. Pero no nos engañemos. Las rotondas siguen llenas de mujeres que malviven de esos clientes que nunca faltan, más allá de locales de lujo. Y salió hace tiempo una estadística según la cual uno de los momentos álgidos del consumo de prostitución eran los sábados por la mañana, coincidiendo con el momento en que los padres de niños llevaban a sus criaturas al entrenamiento de fútbol. Es antigua, y espero que eso ya no pase, pero dice mucho de nuestro mundo, y nada bueno.
Para hacérnoslo mirar
SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)