Si yo fuera Zapatero, en consecuencia, sentado en la Moncloa por 11 millones de votos, mandaría a tomar viento a los mercados y a la UE. Adaptaría la opinión publicada y escucharía a los ciudadanos, para ejercer el poder democrático y la política de izquierdas que le hizo presidente.

Es un cadáver político, nada tiene que perder, tan solo, probablemente, un poco más de dignidad. O ganarla.

Gabriel Celaya fue un poeta nada sumiso. Entendía que en tiempos difíciles “nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno”. Y también escribió esto que cantaba Paco Ibáñez y que alguien recordó en la #spanirevolution: “¡A la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que pues vivimos anunciamos algo nuevo”…

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