Pero también es de justicia romper una lanza, nunca mejor dicho, por todos aquellos que en Tordesillas, hijos del pueblo, se manifiestan contra la barbarie. Son señalados e incluso amenazados. No quieren ver el nombre del lugar que les vio nacer unido a la sangre y la vergüenza. Otros muchos lo piensan en silencio. La ola de orgullo mal entendido y la numantina defensa contra la crítica “de los de fuera” se convierten en el discurso único, pero no lo es. En Tordesillas, el héroe no es el que alancea hasta la muerte al toro que busca su querencia de libertad. Los héroes son aquellos que viviendo en esas calles, y ante una cámara de televisión, todavía tienen los arrestos de hablar. Decir alto y claro lo que todo un país clama: La tortura animal, vestida de fiesta y regada con licores varios, no es tradición. En ese corro que encierra al animal y espera su muerte, lo menos salvaje es el toro.
Ion Antolín Llorente es periodista y blogger
En Twitter @ionantolin