De la misma manera, el hecho de que uno de sus mayores logros, la publicación de miles de cables diplomáticos estadounidenses, estuviese revisado por importantes periódicos y periodistas de prestigio mundial, era una garantía para que esa información cumpliese su cometido, y no otros que pudiesen comprometer a terceros sin aportar nada a lo que precisaban conocer los ciudadanos.

El desastre ocurrido con la publicación de otra remesa de miles de cables sin filtrar, en los que aparecen datos personales que cualquier medio de comunicación protegería por lo anteriormente expuesto, viene a dar la razón a muchos que llevaban tiempo desconfiando de Assange, su organización, los disidentes han salido de ella y en general de todo lo que oliese a Wikileaks. Es difícil imaginar tal cúmulo de despropósitos, tanta ligereza en el tratamiento de una información tan valiosa sin calibrar las consecuencias. Los mismos diarios que publicaron los primeros cables le han retirado su apoyo. “Condenamos esa acción de forma conjunta”, dicen, “y es él quien debe responsabilizarse de esa decisión”. Reporteros Sin Fronteras también ha dado la espalda a la huida hacia adelante de Assange, y muchos otros que en su día escribieron en su defensa huyen hoy despavoridos. El que firma esta columna, el primero.

Desde que Julian Assange ha ocupado más páginas en los periódicos que los escándalos que conseguía destapar, probablemente ha caído en el error de creerse imprescindible para la buena marcha del planeta. Aquí estoy yo, no problem,  para enseñaros la verdad y quitaros esa venda que os convertía en ovejas atendiendo al silbido del pastor. Menos mal que llegué y se hizo la luz, porque caminabais en un mundo de tinieblas, pobres mortales. De esta manera, y convencido ya de que su sitio está en los altares de la libertad junto a otros prohombres de la historia, Assange parece hacer de su palabra ley y de sus actos evangelio. Ahora puede decidir lo que le venga en gana, porque sus seguidores le comprenderán. Lo hace para protegerse, o vaya usted a saber con qué conspiración como excusa. Muy a su pesar, este hombre recuerda más a un mono con una pistola que a un garante de la verdad con luz y taquígrafos. Precisamente eso, luces, es lo que parece haber perdido en un arrebato que puede poner en peligro a mucha gente de la que no conoce ni su nombre, seguramente porque su ajetreada vida pública le ha impedido estudiar con detenimiento la información contenida en los cables.

A partir de ahora, aquellos que tengan información que podría haber sido gestionada por Wikileaks se pensarán dos veces hacer entrega de ella a la organización. Se harán muchas preguntas, pero sobre todo una: ¿Hago un favor a la sociedad, o al mártir Julian?

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger
En Twitter @ionantolin