Lo que el discurso de Alfredo Pérez Rubalcaba expresa es un giro hacia la coherencia y una restauración del relato socialdemócrata, al menos en lo que se refiere a unos principios orientadores que siguen siendo básicos y sostenibles. Y lo que el personaje representa, más allá de su discurso es una trayectoria de solvencia personal que, desgraciadamente no ofrece el todavía presidente del Gobierno.
Estoy convencido de que el candidato ha reanimado a la postrada parroquia socialista, perpleja ante el estilo inconsistente, errático y contradictorio del todavía jefe del Ejecutivo y del todavía secretario general del PSOE. Una parroquia desanimada tras los resultados electorales que han roto todos los suelos del partido convirtiendo a esta en una formación rural.
En realidad se ha abierto el suelo y la gente progresista ha vislumbrado, sumida en el vértigo, un pozo de profundidad insondable. Para un partido progresista es una tragedia perder las ciudades y hasta los pueblos importantes así como la juventud, las clases medias y la opinión ilustrada. Sin una reacción vigorosa el centenario partido de Pablo Iglesias corría el peligro de seguir el camino de la UCD, o al menos de entregar a la derecha un largo periodo hegemónico como el que desempeñó el PSOE durante una década.
Obviamente los problemas de la izquierda no se resuelven con un discurso. Habrá que esperar al próximo congreso del PSOE para que este partido proceda a una reflexión ordenada y en profundidad sobre los males que aquejan a la socialdemocracia en toda Europa pero me parece que el discurso del candidato está en la buena dirección.
José García Abad es periodista y analista político