La decoración del hogar con motivos navideños es una de las tradiciones más arraigadas de estas fiestas, y en esa decoración la luz adquiere un papel de protagonista. Pero una cosa es la celebración y otra el desproporcionado derroche en el que caen muchos.

La llegada de las fiestas navideñas abre un paréntesis de excepción en el gasto energético de muchos hogares. Durante estos días el consumo eléctrico va a alcanzar los niveles más altos de todo el año. Y el alumbrado decorativo del hogar, en algunos casos tan excesivo como grotesco, es uno de los protagonistas más destacados de ese malgasto. Solo hay que ver resplandecen algunos sus balcones y portales para comprender hasta qué punto la tradición se nos ha ido de las manos.  

Cordones con bombillas de colores, luminarias de formas navideñas, figuras, carteles: un despliegue eléctrico para reproducir el ambiente tradicional asociado a la navidad que poco tiene que ver con la eficiencia y el sentido del ahorro con el que nos manejamos el resto del año con la energía.

Además, en la mayoría de los casos esas instalaciones son provisionales y no atienden a las mínimas normas de seguridad para las conducciones eléctricas. Como consecuencia, además del derroche energético, se produce un aumento espectacular de la electropolución en el hogar. Recordemos que el cableado inadecuado de la luz aumenta el electromagnetismo que acaba afectando a nuestro organismo provocando graves alteraciones y aumentando el riesgo de accidentes domésticos, sobre todo en los hogares con niños y animales de compañía.

El dispendio energético de esta tradición es considerable y origina un despilfarro que se puede evitar sin renunciar a celebrar la Navidad. Es más, podemos recrear una atmósfera navideña mucho más cálida si recurrimos a algunas alternativas a la electricidad, por ejemplo, las velas.

La iluminación con velas recrea ambientes navideños mucho más familiares y acogedores. Así, en los países nórdicos, que son los que celebran con mayor entusiasmo la llegada de la pascua, la suave y cálida iluminación de las velas sustituye al centelleante y estresante resplandor eléctrico para recrear ambientes mucho más acogedores y saludables.

Durante las fiestas navideñas son frecuentes las visitas de familiares y amigos y en la tradición nórdica una vela encendida es símbolo de hospitalidad y bienvenida. Y es que la llama de las velas suaviza los perfiles y difumina los tonos del hogar, invita al recogimiento y modula los espacios tornándolos más placenteros e íntimos. Por todo ello durante estos días los interruptores descansan para ceder turno a los candelabros.

Si adoptamos esta sana costumbre en lugar de acudir a los bazares asiáticos para llenarlo todo de ristras de bombillas, unas luminarias que se venden sin atender a ninguna de las normas de eficiencia y de seguridad que rigen en la UE, lograremos un considerable ahorro energético, prevendremos el estrés de los campos electromagnéticos y evitaremos el riesgo de accidente.