El manifiesto señala que la corrupción de la vida democrática y el avance de posiciones reaccionarias en la vida política española hacen necesaria una nueva orientación solidaria de todas las corrientes de la izquierda democrática y social.

No cabe duda de que este manifiesto representa el anhelo de una gran parte de la sociedad española que desea la recomposición de una democracia menoscabada sin mesura en los últimos tiempos. Una sociedad que ambiciona que la normalidad democrática se reinstaure en las instituciones y en la clase política, cargada de un gran halo de descrédito producto de la corrupción centralizada especialmente en los ámbitos de la derecha neoliberal.

En realidad el manifiesto se hace eco de la indignación social proclamada en la calle por el movimiento del 15M, y, en realidad, condensa en un texto el malestar generalizado en la sociedad española tras años de percibir que las fuerzas progresistas no han sido capaces de frenar los continuos embistes de una derecha reaccionaria que, a pesar de no estar en el gobierno sino en la oposición, ha aprovechado la situación de crisis económica para desgastar las instituciones democráticas, para generar pánico social y para cubrir todo el espectro político de un gran halo de envilecimiento e indecencia.

Estamos siendo testigos de que las instituciones españolas no están preparadas para garantizar la estabilidad democrática ante el acoso de fuerzas reaccionarias. Estamos siendo testigos de las carencias y desajustes de un supuesto Estado de Derecho que no ha impedido que se persiga y se exilie a un juez por investigar crímenes contra los Derechos Humanos, que no ha limitado el poder de una parte de la clase política corrupta, que no ha eludido los peligros que suponen los medios de comunicación ejecutando diariamente un grave terrorismo informativo, que no ha puesto límites a los abusos de especuladores y entidades financieras, que no ha protegido los derechos sociales y laborales de los españoles más desfavorecidos…

Ser de izquierdas significa comprometerse contra las injusticias sociales, contra las desigualdades, contra las discriminaciones asociadas a los orígenes y a las consecuencias de los prejuicios heredados de tiempos históricos totalitarios y tiránicos, contra la discriminación de la mujer y de los homosexuales, contra el racismo, el sexismo y el capitalismo voraz que hace primar el dinero sobre las personas.

La regeneración que necesitamos es profunda e independiente de cualquier interés corporativo o partidista. Probablemente la regeneración de la izquierda deba ir pareja a la regeneración de un sistema que no ha sabido proteger a los ciudadanos de la vorágine neoliberal (o neo-fascista, como se viene llamando). La reforma de la Ley Electoral es quizás el primer paso a tomar en aras de un sistema democrático que garantice la justa representatividad de la ciudadanía en los ámbitos públicos. La independencia del poder judicial debería estar garantizada, al igual que deberían estarlo la integridad y la transparencia en los cargos políticos, el laicismo y la asepsia ideológica en las instituciones y la participación ciudadana en la gestión pública.

Ser progresista, ser “de izquierdas”, es mucho más que afiliarse a un determinado partido político o corporación organizada. Es ser solidario, en la convicción de que el bien común es parte intrínseca del bien propio; es defender los derechos ciudadanos; es alinearse del lado de la defensa profunda de la dignidad humana, que no es posible sin la libertad y sin el respeto a los derechos humanos; es entender que el adoctrinamiento en cualquier tipo de ideología, ya sea política o religiosa, es un grave atentado contra la libertad humana.

Es desear no sólo el bienestar propio, sino también el ajeno, y considerar que el avance social es imposible si no se respeta a las minorías y si no se acepta el pluralismo natural que vertebra toda sociedad humana y cualquier ideario democrático. Son obviedades, pero es importante recordarlas.

Coral Bravo es Doctora en Filología