Los golpes de Estado cada vez son más difíciles de identificar. La era digital, lejos de ayudarnos a clarificar cosas que deberían ser tan evidentes, las confunde de tal manera, que uno mismo duda de su propia persona, y en algún momento del día se llega a plantear si se habrá convertido en un golpista o en su necesario colaborador. Antes todo era más claro, aunque, todo tiene sus peros, más violento. Cuando entraba un tío uniformado en el Congreso con una pistola en la mano, daba cuatro gritos con voz de cazalla y pegaba unos tiros, en el mejor de los casos al aire, no quedaba ninguna duda de que estaba dando un golpe de Estado.

Ahora no, ahora los militares están mucho más entretenidos que en siglos anteriores y entre misiones de paz por esas tierras de la ONU, apagar incendios, vigilar fronteras de la OTAN y entrenar a soldados ucranianos, apenas les queda tiempo ni ganas para unirse a los tradicionales levantamientos de la derecha española. Por eso el PP, VOX y lo que queda de Ciudadanos andan a la desesperada búsqueda de un nuevo primo de Zumosol que les eche una mano en el mantenimiento de esta secular costumbre española.

De momento, les está ayudando buena parte del poder judicial, pero no es un aliado completamente fiable, porque cualquier día a la Unión Europea se le hinchan las narices y son capaces de obligarlos a renovar por la fuerza a los miembros caducados (después de cuatro años más bien putrefactos) del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Así que están tan agobiados ante esa posibilidad, que han optado por intentar un golpe de Estado por delegación, culpando al Gobierno de ser él quien lo está realizando y presentándose ellos, los que siguen adorando la figura de Franco, como los demócratas que defienden la Constitución que votaron en contra.

Suena rocambolesco, lo sé, pero ya les decía que hoy en día todo es tremendamente confuso. Así, como norma general, creo que podríamos estar de acuerdo en que es raro que un gobierno dé un golpe de Estado contra él mismo, salvo que, como en el caso del ex presidente de Perú, se tenga una mala reacción a la ingesta de agua. Se pueden aprobar leyes que sean inconstitucionales en todo o en parte, pero darse un golpe de Estado a uno mismo es absurdo. También estoy seguro de que coincidiremos en que aunque existe una separación de poderes, no todos tienen el mismo peso y que el corazón de la democracia es el legislativo, el único que eligen directamente los ciudadanos con su voto. No diré yo que el Poder Judicial no es democrático (ganas no me faltan), pero de los tres es el más ajeno a la voluntad y a la decisión del pueblo soberano.

Por lo tanto, si tuviéramos que discernir quién es el que intenta un golpe de Estado y quién es su víctima, creo que queda claro que quien niega la legitimidad del Parlamento exigiendo una convocatoria de elecciones anticipadas e incumple el mandato constitucional que obliga a renovar a los miembros del poder judicial está mucho más cerca de ser golpista, que quien ejerce, de forma acertada o no, el poder que le hemos otorgado los españoles con nuestro voto.