El agua potable es de todos. El acceso seguro a ella es un derecho humano básico, como el derecho a respirar un aire limpio o disfrutar de una alimentación sana. Pero a medida que el cambio climático siga avanzando hacia los escenarios menos favorables, ese derecho elemental para la vida de las personas se irá viendo dificultado y, en consecuencia, surgirán nuevos conflictos, cada vez más violentos y repartidos por el mundo.

Tal y como señaló el recientemente desaparecido y muy añorado exsecretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, “Una de las grandes batallas políticas y sociales de finales del siglo XIX fue el derecho universal al voto. En el siglo XXI, sin embargo, la gran batalla será el derecho de acceso al agua potable. Un derecho que es en realidad el derecho a la vida, y ninguna razón –tecnológica, económica, financiera o política– debería ser invocada para impedir que ese derecho fundamental e inalienable de las personas se materialice.”

La pregunta que debemos hacernos es quién debe gobernar el agua para garantizar el acceso universal del conjunto de la humanidad a ella. Quien debe gestionar este recurso vital y qué políticas deben aplicarse para que todos veamos ese derecho básico atendido. Porque no estamos hablando de un producto o un servicio cualquiera: de lo que se trata es de asegurar a la población el suministro imprescindible para la vida.

Tal vez deberíamos regresar a ese punto, recuperar el concepto de agua como fuente de vida, y reiniciar el debate a partir de ahí en torno a una idea motor: la de que el acceso al agua potable es un derecho humano básico y universal, y que en consecuencia, al hablar del agua en el mundo debe hablarse también de servicio, de gestión y de gobernanza.

Una gobernanza al servicio de la población, un servicio basado en la eficiencia, la colaboración, la confianza y la experiencia. Todos deben colaborar para que el agua sea de todos. Nos enfrentamos a un reto perfectamente serio y ningún interés debe prevalecer a la consecución de ese objetivo. 

Para conseguirlo va a ser necesario avanzar en materia de cooperación, renunciar a hacer política con el agua o a hacer negocio con ella y trabajar juntos en interés de todos renunciando al beneficio propio.

Gestión honesta, vocación de servicio, trabajo en equipo, innovación y conocimiento compartido, sostenibilidad y respeto al medio ambiente, capacidad de resiliencia. Esos son los conceptos que deben regir de ahora en adelante la gobernanza del agua para garantizarnos el acceso a ella.