En mi artículo anterior, España en tiempo de encrucijadas democráticas, y antes de conocer las intenciones del PNV de apoyar la moción de censura del PSOE contra el presidente Rajoy y su gobierno, ya apuntaba que hay dos variables en la historia que hay que tener siempre en cuenta: el azar y la oportunidad. Estos elementos, que no siempre son tenidos en cuenta por los sesudos y pseudocientíficos estudiosos de las humanidades, se revelan a menudo como decisivos y determinantes. El ya presidente Pedro Sánchez es la prueba viviente. Un presidente del PSOE, por dos veces, en los momentos de casi inexistencia mediática tras las ya diluidas primarias, desplazado como líder de la oposición por Albert Rivera de Ciudadanos, aunque tuviese más escaños que éstos, sin asiento en el Congreso de los Diputados, y tras haber llevado a su partido a los peores resultados de su historia, acaba siendo presidente del gobierno de España. Estos son los argumentos y la realidad que utilizan sus enemigos, en especial los desbancados del gobierno condenado por corrupción sistémica del PP. Sin embargo esta dialéctica y sus veraces argumentos no lo deslegitiman. La constitución dispone la Moción de Censura en los términos que pulquérrimamente se han planteado y que parlamentariamente se ha cumplido. Si el azar y la ocasión han permitido, contra pronóstico, a Pedro Sánchez ser presidente, todas las garantías constitucionales le avalan y justifican para serlo.

Si Pablo Iglesias, en comparecencia ante el frustrado intento de investidura anterior de Sánchez, hablaba de la posibilidad del socialista de ser presidente como “una sonrisa del destino”, ahora ha debido tragar sus palabras, hipotecado por la responsabilidad de haber llegado hasta aquí, en parte, por no haber apoyado entonces aquella posibilidad. Los que amamos la historia y la estudiamos, y ahora estamos teniendo la oportunidad de vivirla,  sabemos que, no siempre, alcanzan el poder aquellos que, en principio, estaban destinados a ostentarlo o jugaban con la mejor mano su partida. Pedro Sánchez es un claro ejemplo como lo fue, en cierto sentido, el censurado presidente Mariano Rajoy que no contaba con las bendiciones para ser presidente del PP ni de gobierno, para el que habían sido ungidos otros, como el procesado Rodrigo Rato. Sánchez aprovechó su oportunidad y la suerte, como Rajoy la suya, que perdió cuando pensó que, tras la demoledora sentencia de la Audiencia Nacional sobre la trama corrupta de su partido, la Gürtel, él podría hacer lo que hacía siempre: meter la cabeza debajo del ala, y esperar que escampase. La técnica del avestruz no volvió a funcionarle, ni la de esperar que las manzanas cayeran del árbol, sobretodo porque las manzanas de su árbol estaban podridas desde la raíz misma. El argumento da para una obra shakespeariana, algo así como el de mi título, Sánchez o los caprichos del azar, aunque, para terminar de trazarla, tendremos que ver cómo se desarrolla. No sé si, más pronto que tarde, el presidente Sánchez recordará aquello de “cuidado con lo que deseas no vaya a ser que se cumpla” pues, aunque convertirse en el séptimo presidente de gobierno de España, y el primero tras una moción de censura, lo hace ya entrar en la historia, las coyunturas en las que tendrá que gobernar no van a ser las más fáciles. Los independentistas catalanes no le han dado ni 24 horas de gracia, no ya los cien días acostumbrados, viendo las prisas en formar gobierno autonómico, sus declaraciones, demandas y actitudes. El herido PP ya prepara su venganza con las enmiendas a sus propios presupuestos, y, como no hay dos sin tres,  la composición de su gobierno y ministros puede acarrearle problemas, de nuevo, dentro de su propio partido. Es verdad que, con los presupuestos generales aprobados, puede gobernar durante un año, a golpe de decreto y que, incluso, si quisiera, podría prorrogarlos otro año más y agotar la legislatura pero, eso, podría hacerle perder la popularidad y credibilidad conseguida con la moción y su investidura. Podría hacer algún guiño a los independentistas catalanes, como acercar a los políticos presos, pero poco más: ceder sería interpretado como un gesto de debilidad y, además, le pondría de nuevo en una posición indefinida sobre su modelo de estado. Sobre la composición de su gobierno, más allá de la inclusión de la exministra Carmen Calvo, debería incluir otras figuras no exactamente de su cuerda, de la Mancha, de Extremadura, y, sobretodo, de Andalucía, para escenificar inclusión. Humillar como ha hecho hasta el momento a sus detractores y sin embargo compañeros de partido, olvidando que dos tercios de los diputados que posee el PSOE se los debe a ellos, sería un reiterado error de bulto. Está bien que recupere a Borrell, de los suyos, a pesar de sus comentarios cuasi machistas contra Susana Díaz, y poco respetuosos con el PSOE andaluz, pero también podría incluir para la cartera de Igualdad a figuras como Carla Antonelli, aunque fuese, como yo, crítica con Sánchez, por no respetar el legado de su propio partido con la ley del matrimonio igualitario y de Pedro Zerolo, apoyando al PP en su primera presidencia del partido, para que los homosexuales no pudiesen adoptar en Rusia.

Quisiera pensar que el ya presidente Sánchez obrará con la misma dosis de inteligencia escenificada en su jugada,  que de justicia, aunque, como dice el evangelio sobre los apóstoles: “por sus hechos los conocerás”. Yo sigo en la misma posición crítica y expectante de entonces. Ojalá lo vivido le haga más sabio por el bien de todos, reconociéndole su legitimidad constitucional, el don de la oportunidad, y su suerte. Mientras tanto, a quien Dios se la dé, Pedro se la bendiga.