Un año más llega el 25N, día para la eliminación de la violencia contra las mujeres. Un año más, toca movilizarse. Porque sigue haciendo falta un día así para hacer, al menos durante un día, lo que no he hemos hecho el resto del año. Y, aunque la violencia de género es un problema de los 365 días del año, más vale que nos preocupemos uno que ninguno. Así son las cosas.

Solemos hablar de las que no están. A veces, con tanto cuidado que parece que se han marchado de vacaciones en lugar de emprender ese viaje del que no se vuelve, por culpa de la acción de un machista asesino. Pero si no están es porque las han asesinado. Así de claro y así de duro.

Hoy propongo dar una vuelta más de tuerca y no limitarnos a homenajear a las que no están, con la resignación de quien no puede hacer nada. Me niego a resignarme. Por eso hoy quiero hablar de las que no están, pero podrían estar. Quiero invitar a reflexionar sobre las causas por las que ya no están aquí. Porque el primer paso para solucionar un problema es reconocer que existe.

Estoy segura de que alguna de esas mujeres que no puede salir hoy a las calles podría hacerlo si ese vecino que oía voces hubiera llamado a la policía cuando las oía. Y esa misma, u otra, podría estar aquí si su familia o amistades le hubieran dado la confianza suficiente para romper su silencio, si no hubieran quitado importancia a su sufrimiento ni lo hubieran minimizado diciendo que eran cosas de pareja. Alguna de esas mujeres estaría aquí si hubiera tenido a su disposición un juzgado especializado cuando lo necesitaba, y no solamente en horas de oficina. Alguna otra estaría si hubiera recibido las ayudas necesarias para no tener que elegir entre ser maltratada o que sus hijos pudieran comer del sueldo de él. Y también habría mujeres que no habrían sido asesinadas si no se hubieran visto obligadas a aceptar el chantaje de una custodia impuesta para no perderlo todo, y otras que no contaron con la asistencia psicológica que les hubiera dado el empujón para librarse de su maltratador.

Y no solo ellas. Tampoco están algunas de sus criaturas, utilizadas como el instrumento de tortura más cruel que imaginarse pueda. También esos niños y niñas estarían aquí si todas esas cosas no hubieran pasado.

Les hemos fallado. Y de nada sirven lazos si no anudan soluciones ni minutos de silencio si ahogan los gritos de auxilio.

Ojalá el próximo año no tengamos que decir lo mismo.