En primer lugar, un jefe del Estado que parece ignorar que tiene 74 años, que está lleno de achaques físicos y que no está en disposición de tentar más a la suerte. En segundo lugar, no parece muy ejemplarizante que cuando el pueblo está sufriendo lo que está sufriendo la persona que está en la cúpula institucional del país se pegue unos tiritos en algún paraíso cinegético. No es la primera vez. Incluso aunque esa afición no costara un euro al contribuyente –que está por ver y comprobar-el Rey debe tener muy presente que él representa ahora mismo a una nación en ruina y no puede olvidarse del inmenso dolor que embarga a millones de sus conciudadanos.

Otra época
En alguna ocasión, el propio don Juan Carlos se ha referido a sí mismo como el único responsable de la Transición que continúa al frente de sus responsabilidades. Es lo que tiene ser rey, algo que muchos interpretan como un anacronismo.

Pero no es baladí que lleve más de treinta años en el Trono. La sociedad española nada tiene que ver ya con aquella que presenció la muerte y entierro del dictador y su régimen. Esto es otra cosa.

Por eso, quizá, don Juan Carlos, como “soberano” consciente, debería pensar que a lo peor su tiempo en el trono ha terminado. No debería producir ningún trauma porque él mismo ha coadyuvado de forma decisiva a instaurar un régimen democrático y abierto.

Morir en la cama
Los que sostienen la tesis de que “el rey debe morirse en su cama” (en ello está, por ejemplo, la reina Sofía) olvidan algo elemental: otros monarcas murieron en el exilio o en el cadalso. Los tiempos han cambiado y un rey debe cambiar –abdicar-cuando considere que la opinión pública crea que ya no sirve. Por lo que sea. Por salud, por edad, por incapacidad para entender o representar. Punto.

El Príncipe
Creo que don Felipe está en una edad inmejorable para asumir el rol institucional que corresponde al Heredero de la Corona. Y si no está preparado ya, es que no lo estará nunca.

Su generación está tomando el poder en España en la sociedad civil e incluso en la política. No sé por qué no va a poder él encarnar la jefatura del Estado máxime con su padre en las condiciones en las que se encuentra.

Tiempos de cambio
Si nada es igual, si todo cambia a velocidad de vértigo, si la democracia global se impone, no puedo comprender el por qué en una situación de tanta excepcionalidad la Corona no puede amoldarse a un criterio tan sensato, razonable y perentorio como subirse a la chepa de los nuevos tiempos.

Porque o se suben o les bajan, es decir, el pueblo les manda a paseo.

Don Juan Carlos, que tantos y tan buenos servicios ha rendido al país en estos últimos seis lustros de nuestra historia, debería aprovechar la convalecencia para meditar sobre ello.

¡Tampoco le pedimos tanto!

Graciano Palomo es periodista y escritor, director de FUNDALIA y editor de IBERCAMPUS