Un primer balance del único debate entre los tres candidatos a la secretaría general del PSOE, si se hace con un mínimo rigor y sin un exceso de pasión, lleva a un par de conclusiones muy claras.

En primer lugar, es preciso constatar la valentía y la voluntad de transparencia del PSOE al realizar un debate de estas características, de auténtica confrontación de ideas y proyectos, sin ninguna clase de condicionamientos ni tapujos. El debate fue una demostración muy clara de verdadera nueva política, que se da de bruces con las prácticas ocultistas de antaño, que tanto contribuyeron a distanciar la a la ciudadanía de la ciudadanía y a perpetuar formas de actuación basadas en la cooptación o el puro y simple clientelismo. 

En segundo lugar, parece evidente que Pedro Sánchez fue el único vencedor claro del debate. Así lo avalan, con porcentajes mayores o menores, todas las encuestas que fueron realizadas de forma inmediata, publicadas, entre otros, por medios tan diversos como La Vanguardia, Huffington Post, El Mundo, Cadena SER, Público, Diario 16, El Correo de Andalucía y 20 Minutos, así como por empresas demoscópicas tan solventes como Sigma2, Gesop o Dym.

A mi manera de ver, Patxi López supo defender bien sus posiciones, que se pretenden conciliadoras –pero que son algo más conciliadoras con Díaz que con Sánchez- aunque en principio parecen condenadas al fracaso; Pedro Sánchez supo imponer su mensaje de esperanza e ilusión dirigido a una militancia con ansias de cambio y muy crítica con la abstención socialista que hizo posible la nueva investidura de Mariano Rajoy, mientras que Susana Díaz se enrocó en una actitud de quien por anticipado se consideraba vencedora por goleada y que se sorprende cuando comprueba que la realidad puede ser muy distinta y que olvida que la pérdida de votos del PSOE no se inició con Pedro Sánchez como candidato sino con Alfredo Pérez Rubalcaba como cabeza de cartel y que dicha pérdida de votos le afectó también a ella, que con solo el 35% obtuvo el peor resultado porcentual del PSOE en unas elecciones autonómicas andaluzas.

No han entendido nada todos aquellos que querrían acabar con las elecciones primarias internas en el PSOE y en cualquier otro partido que asuma la realidad compleja y cambiante de la política del siglo XXI. Tampoco han entendido nada quienes desearían que los debates entre candidatos de una misma formación política tuvieran que ser de exquisito guante blanco, sin confrontaciones ni asperezas, algo que no ocurre en las elecciones primarias internas de otros países.

Está claro que el pasado día 1 de octubre, en aquel por tantas razones lamentable comité federal, el PSOE cerró una etapa de su muy larga historia, con una primera batalla que algunos creyeron definitiva, dejando un paisaje después de la batalla semejante al que el cineasta polaco Andrzej Wajda reflejó en su filme homónimo, de 1970.

Lo que quizá algunos de los protagonistas de aquella jornada no supieron calcular fue que, pasados poco más de siete meses, en la misma sala Ramón Rubial de la sede central socialista, con el debate del pasado lunes se iniciaría una nueva etapa en la ya mucho más que centenaria historia del PSOE, cuya orientación política más inmediata quedará definida el próximo domingo con el resultado de estas primarias. Tal vez ahora el paisaje después de la batalla se asemeje más al retratado por el novelista español Juan Goytisolo en su libro homónimo, publicado en 1982 y que presentó de la mano de su buen amigo Jorge Semprún.