José María Aznar ha dicho: “Pedro Sánchez elige pactar con la peor fórmula y eso traerá consecuencias muy serias a nivel constitucional, económico y social”. Lo vino a decir justo el mismo día en que la Fiscalía Anticorrupción pedía a la Audiencia Nacional la imputación de Francisco González, antes presidente del BBVA y amigo personal del expresidente del Gobierno.

Si el presidente en funciones ha elegido pactar con la peor fórmula, ¿qué habría que decir de la fórmula de Aznar? Esa que fue la de privatizar todo lo privatizable, para poner al frente de las grandes empresas a sus amiguetes. Así lo hizo con varias empresas públicas, o el caso que nos ocupa: BBV-Argentaria, que pasó a ser dirigida por el mencionado Francisco González.

Que viene el lobo, está proclamando la derechona desde que conoció el pacto entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Con un vicepresidente como el Coletas –así lo llaman despectivamente-, se cargarán la imagen, el prestigio y la presencia de España en el mundo. Entre los muchos peligros advierten, está el de una persecución pseudo stalinista a los ciudadanos, sobre todo a los empresarios. Una suerte de Gran Hermano del siglo XXI que no no cejará ni a sol ni a sombra.

Las comparaciones son odiosas, pero necesarias. El vicepresidente de Aznar, Rodrigo Rato, lleva un año en prisión. Quizá para ellos lo importante es que no lleve coleta. Y si hablamos del Gran Hermano, Francisco González ha sido imputado por haber dado, presuntamente, dinero al ex comisario José Manuel Villarejo, para que espiara a líderes políticos y empresariales para evitar una OPA que Sacyr preparaba contra el BBVA. La crítica preventiva contra el acuerdo de Sánchez con Iglesias es una palmaria muestra de lo que se llama ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio.

No hay que olvidar que el PP de Pablo Casado es heredero directo del de José María Aznar. Más allá del lavado de cara que intentó en la última campaña electoral, y que le permitió subir algunos escaños, probablemente más de uno, gracias al recuperado protagonismo de la expresidenta del Congreso, Ana Pastor.

Mientras anuncian las siete plagas de Egipto, hacen gala de una memoria muy corta. Incluso para achacar a Sánchez la culpa de la bajada de la bolsa, una vez conocido el resultado de las elecciones. El hecho es que las bajadas bursátiles más brutales se dieron cuando ganaron Aznar y Rajoy. Pero que la realidad no estropee un buen titular.

En un partido manchado por la corrupción, que tiene una concepción patrimonial del poder, que es autoritario y que se entrega a los brazos de la ultraderecha, Ana Pastor es un caso aislado que merece respeto.