Ojos que no ven, corazón que no siente. Eso dice el refrán, aunque haya una versión más escatológica que prefiero no reproducir. Pero, vistas las imágenes de este puente de la Inmaculada, parece que nos hemos tomado el refrán al pie de la letra.

Tuiteaba –perdón, posteaba- en redes el otro día una buena amiga que la humanidad siempre está distraída mientras ocurren las tragedias. Y cuánta razón tiene. Da igual todo lo que esté ocurriendo en el mundo, incluso a las puertas de nuestra propia casa, que si nos empeñamos en no ver, logramos la mayor ceguera del mundo.

Pero, queramos o no, estamos siendo testigos de una catástrofe humanitaria sin precedentes en Gaza, donde la guerra, como siempre, se ceba en los más desvalidos.

Y no solo allí. En Ucrania, a la que no hace tanto tiempo dedicábamos toda nuestra atención, la población sigue padeciendo los desastrosos efectos de una guerra causada por la prepotencia de un megalómano, aunque parezca que ya no nos afecte. Cosas de la actualidad mediática.

Por su parte, en Irán se sigue muriendo por cosas como llevar un velo mal puesto, y también se muere por protestar por ello. Pero también lo olvidamos. Ni siquiera hemos sabido qué fue de aquella selección de fútbol que hizo un plante ni de un jugador condenado a muerte. Más cosas de la actualidad mediática.

Y qué decir de Afganistán, donde las mujeres ya ni siquiera pueden tener identidad, ni educación, ni una imagen por debajo de un burka opresor que las uniformiza en una invisible nada. Más allá de la eclosión informativa de los primeros días en que los talibanes se hicieron con el poder, ya no interesa a nadie. De nuevo la actualidad mediática manda.

Son solo algunos ejemplos de los muchos que pasan en el mundo. Acabaremos olvidando, como olvidamos a aquellas niñas secuestradas por Boko Haram, y a tantas otras. Como olvidamos, también, a todos los refugiados y a todos los que perdieron la vida por intentar serlo. Llega la Navidad, y estamos de puente, y hay que sumarse al frenesí de compras, de viajes, de cenas y comidas con gente a la que no vemos en el resto del año ni falta que nos hace.

Y olvidamos que mientras compramos los turrones y afinamos las voces para entonar “Noche de paz”, en muchos otros lugares será, como todas las noches, una noche de bombardeos, sangre, dolor y lágrimas.

Pero no queremos verlo. Y es que, volviendo al refranero, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)