La Conferencia Episcopal Española acaba de hacer pública una propuesta para que el curso prematrimonial de aquellas parejas que hayan decidido casarse por la Iglesia, se extienda de las 20 horas actuales a los dos años. El obispo de Bilbao, que fue el encargado de comunicar a la prensa tan trascendental decisión,  justificó la medida con el argumento de que: "Para ser sacerdote hacen falta siete años de seminario y para ser esposo, esposa, padre y madre, ¿20 horas?".

No soy yo nadie para cuestionar la opinión de gente tan experta en matrimonios como los célibes (permítanme esta licencia literaria) obispos, pero no me cabe duda de que el itinerario educativo que proponen hubiera sido considerado vetusto en la Edad Media. Por supuesto, el sexo queda terminantemente prohibido en la pareja hasta después del matrimonio. Y cuando dicen sexo se refieren no sólo a la penetración, la masturbación también es considerada: "un acto intrínseca y gravemente desordenado". Con lo poco que cuesta poner los kleenex y las toallitas en su sitio después de pecar.

Sobre la pornografía, aseguran sus ilustrísimas, "desnaturaliza la finalidad del acto sexual", que, como todos ustedes deberían saber, tiene el único objetivo de proveer de niños a la Iglesia. El sexo por diversión, utilizando métodos anticonceptivos, consideran que es un simple desperdicio de esperma. También advierten del pansexualismo, búsqueda de placer en el sexo (que hay gente para todo), ya que a este mundo hemos venido a purgar la animadversión que tiene a las manzanas Dios nuestro señor.

Los obispos se arrogan el derecho a no aprobar el matrimonio de aquellas parejas que demuestren ser "inmaduras". Y no es que la Iglesia tenga nada en contra de la inmadurez, bien saben Dios y los jueces que si de algo pecan es de lo contrario, pero consideran los señores de faldas y gorrito morado, que en consortes queda mejor un cierto punto de seriedad y decoro.

Dice el señor obispo de Bilbao que "para ser sacerdote hacen falta siete años", se me ocurre, siguiendo la misma lógica que él utiliza y aplicando una simple regla de tres, que si los cursillos matrimoniales pasan de 20 horas a dos años, los estudios para ser sacerdote deberían extenderse de los siete años actuales a cincuenta o sesenta. Para que salieran del seminario con un grado de madurez inocuo para la sociedad.