Hace tiempo que tengo la sensación de que Google y Facebook, por poner dos ejemplos, ya no son las marcas cool y modernas en las que muchos matarían por trabajar. Que incluso Apple ya no es objeto de admiración - menos por el precio de su acción - cuando antes cualquiera se ofrecería como reponedor en su tienda de Ipads, Iphones e Ipodes por el mero hecho de estar cerca de su admirada manzana. Ya le pasó a Bill Gates y su Microsoft, que pasaron de ser deidad a temidos y odiados, mientras la gente miraba la parte de atrás de su ordenador buscando los sensores a través de los cuales el gran hermano Gates se apropiada de la información gracias a su sistema operativo Windows. Hoy, aquellas teorías sobre lo que se podría hacer con semejante volumen de datos sobre nuestros hábitos se han visto ampliamente superadas por la realidad, y los que tienen el poder de acumular e interpretar esos rastros son vistos con la misma desconfianza que sufrió el creador de las ventanitas. Ahora los usuarios son los que, lejos de asumir esto como un mal menor, quieren controlar a los gigantes. La exigencia a las administraciones para que protejan de forma efectiva los derechos y privacidad de las personas en los entornos digitales ya no es un tema menor. No habrá paz para las grandes empresas nacidas en los garajes mientras la web siga siendo algo social. Participativo. De todos.
Ion Antolín Llorente es periodista y blogger
En Twitter @ionantolin