De un tiempo a esta parte, vengo observando cosas raras en mi cuenta de X. La red que antes se identificaba con el pajarito azul -cómo se echa de menos- está salpicándose de mensajes de personas y entidades diciendo que se van. Y, en muchos casos, no solo que se van, sino que se mudan a otra red, a otro espacio más amable y menos agresivo. Correlativamente, el número de seguidores de mi cuenta descendía más allá de las fluctuaciones habituales. O sea, que esta vez iba en serio. Que tras varios amagos, ahora sí que sí. Que hay mudanza. Que despejan la incógnita y quieren dejar la X sola
Y yo, la verdad, sigo dándole vueltas al asunto. Que, aunque hasta ahora me he resistido, no sé si mudarme y, de hacerlo, si lo hago a una segunda residencia manteniendo la casa o cambio mi domicilio. O si digo “campana y se acabó”, como en el Un Dos Tres de mi infancia y mando a todo a la porra.
Confieso que pensar en irme me cuesta. En parte, más por los peces de dentro que por la red en sí misma, porque he descubierto gente y trabado amistades tan fuertes o más que si les hubiera conocido en el colegio, en la facultad, en clase de macramé o en la asociación de vecinos. Y más, por supuesto, que si los hubiera conocido en una discoteca o una fiesta. Además, no puedo evitar ser una romántica a la que le cuesta despedirse de las cosas que significaron algo en su vida.
Pero no solo se trata de motivaciones personales. X funcionaba, por su gran capacidad de difusión instantánea, como una fuente de información, aunque también lo fuera de desinformación, quizás por las mismas razones. Marcharnos en tropel significa dejar el espacio libre a la parte negativa. Y puede que sirviera como boicot a su peculiar -por decirlo de algún modo- dueño, si de verdad se trataba de una salida en tropel, pero no lo acabo de ver. Y, si va a seguir ahí igualmente, quizás es mejor permanecer para verlo, y para poder hacer oposición desde dentro.
La segunda parte de la decisión sería la de abrirse cuenta en otra red, probablemente una del mismo color que el pajarito que mató Elon, una red que promete amabilidad y buenas prácticas. Tanto, que requería invitación, alguien que avalara que se es digna de entrar en el club, aunque ahora parece que ya no es necesario. Y digo yo que, si es un entorno amable, donde la gente piensa y se comporta de un modo similar al mío, tal vez pierda la pluralidad propia de una red social. Y para eso ya tengo los chats y, como dicen mis amigas de Dones Esmorzadores, los almuerzos, que no hay ninguna red que supere eso.
Así que aquí sigo, mareando la perdiz. Menos mal que a quienes tenemos cierta edad siempre nos quedará Facebook.