A estas alturas seguro que todo el mundo sabe lo sucedido con un conocidísimo líder de la izquierda en estos días, que se ha visto obligado a dimitir por unos vergonzosos hechos presuntamente cometidos por él. Nada nuevo, por desgracia, aunque, la verdad sea dicha, nuestro estómago está más hecho a que esto ocurra por cuestiones relacionadas con la corrupción que con otro tipo de delitos. Sobre todo, cuando quien resulta afectado es quine ha estado defendiendo hasta la saciedad el feminismo y la tolerancia cero con los delitos sexuales.

Pero hoy quería reflexionar sobre otro tema, íntimamente relacionado con este, y no es otro que las denuncias por redes sociales. La antigua red del pajarito azul, hoy X, y, otras como Instagram, se han convertido en una suerte de comisaría a la que hay que dar más de una vuelta. Y es que, sin perjuicio de todo lo que supuso un movimiento como el #MeToo, donde miles de mujeres rompían un silencio de años, las redes sociales no se pueden convertir en una alternativa al procedimiento judicial. Y muchos menos, en sus sustitutas. Y eso por varias razones.

En primer lugar, por las propias víctimas. No podemos transmitirles la idea de que esto sirve para algo más que desahogarse y señalar a la persona. Porque conviene recordar que en nuestro Derecho sigue siendo necesaria la denuncia de la víctima para proceder por los delitos sexuales, salvo excepciones muy concretas como el caso de menores o personas desvalidas, en que puede denunciar el Ministerio Fiscal. Quiere ello decir que, tratándose de personas mayores de edad y en pleno uso de sus facultades, la denuncia es absolutamente imprescindible para abrir el procedimiento y, de no existir, el hecho es impune. Tal cual lo cuento, así que ya pueden abstenerse quienes tienen siempre preparado en la punta de la lengua -o del teclado- eso de que dónde está el fiscal, poque aquí no vale. Sin denuncia no hay delito, un sistema viejuno al que nadie se atreve a enfrentarse por más que el Convenio de Estambul contemple otras opciones que no hagan descargar todo en la denuncia de la víctima. Así que bien está explicar que esas vías tienen el valor que tienen.

No obstante, hay una cuestión que me preocupa más, si cabe, como jurista y demócrata. Me refiero al derecho de defensa y a la presunción de inocencia del señalado, por impopular que esto resulte. Porque esas denuncias, muchas de ellas anónimas, hechas en redes, dejan al presunto autor sin posibilidad de defenderse, algo que podría hacer con todas las garantías si se incoara el procedimiento judicial Y hoy puede ser él, pero mañana podríamos ser cualquiera, aunque no hubiéramos hecho nada, si alguien se empeñaba en utilizar esta vía para hundirnos. Y esto es abrir una puerta que luego se volverá imposible de cerrar. Algo muy peligroso de lo que no parecemos ser conscientes, tal vez por la conmoción que estos hechos nos han causado.

Y es que, a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque. Pero el Derecho está ahí para apartar esos árboles. Aunque no sea lo que mucha gente quiera ver.

SUSANA GISBERT.

Fiscal y escritora (@gisb_sus)