No soy el único ferviente seguidor de Mourinho en el Partido, en realidad somos una amplia mayoría encabezados por Aznar y Rajoy. Tanto es así, que ahora que vamos más de diez puntos por delante en las encuestas, puedo confesarles que nuestra estrategia política está calcada de su táctica futbolística. Si no lo habían pensado hasta ahora, les van a bastar algunos ejemplos para que reconozcan su torpeza intelectual.

Como en el caso de Mourinho, nosotros esperamos al contrincante a la defensiva, siempre dispuestos a salir en desbandada hacia las urnas en cuanto vemos que el enemigo pierde la confianza de los electores. Y lo hacemos sin haberle mostrado ni a los votantes, ni mucho menos al contrario, una sola de las virtudes que nuestros líderes pudieran tener, ni una sola aportación imaginativa a este viejo y hasta hace un tiempo noble deporte de la política.

Como en el caso del luso, Mariano se pone el chándal de trabajo para ver como sus jugadores se entregan en cuerpo y alma a la destrucción de las ideas del enemigo. Si hay que dar una patada en el hígado se da, y si el árbitro periodístico (los pocos que se atreven) nos amonesta, con las manos en la cabeza nos quejamos de porqué no hacen lo propio con quien se retuerce de dolor ante nuestra andanada. Ya puede el contrario intentar cuantos virtuosismos se crea capaz, que con nuestro juego siempre conseguiremos que unos y otros acaben hablando de lo que nos interesa, es decir de nada. Un nada tan grande que en el caben todas las ideas, todas las propuestas y posibilidades. Cada uno que escriba las suyas, nosotros sólo tenemos una: la victoria.