Para Francisco de la Torre, alcalde del PP en Málaga, la educación no es un derecho, sino una oportunidad de negocio. No para los estudiantes claro, sino para fondos de inversión, multinacionales y universidades privadas. ¿Y la Universidad de Málaga? Bien, gracias. Ahí está agonizando por los recortes de Moreno Bonilla y el abandono del propio Ayuntamiento.
Estamos ante un ataque coordinado y deliberado contra la Universidad de Málaga. Moreno Bonilla la asfixia económicamente. Según el informe CYD 2024, la UMA recibe apenas 1.217 euros por estudiante, muy por debajo de los más de 2.000 euros que reciben otras universidades públicas en España. Esta infrafinanciación impacta directamente en la calidad educativa y amenaza la estabilidad laboral de profesores, investigadores y personal técnico, de gestión y de administración y servicios.
Por otro lado, De la Torre actúa como agente comercial de universidades privadas que ni cumplen estándares académicos mínimos ni invierten en investigación. Eso sí, venden grados a más de 10.000 euros el curso. Negocio redondo.
El alcalde del PP en Málaga no disimula su entusiasmo por las universidades privadas. Les cede suelo público a precio de saldo en zonas como El Romeral o Carretera de Cádiz, promueve su entrada en el Consejo Social de la ciudad -un órgano consultivo que supuestamente debería velar por el interés general- y hasta ofrece becas públicas para estudiar en estas instituciones privadas. ¿Y para el alumnado de la universidad pública? Ni una ayuda.
Ni Moreno Bonilla ni De la Torre creen en la igualdad de oportunidades, en el ascensor social, ni en la idea -tan sencilla como poderosa- de que la educación pública es el pilar de una sociedad justa. Como Carlos Mazón en Valencia, siempre eligen negocio frente a derechos, aunque lo disfracen de modernidad, libertad de elección o excelencia.
En su último discurso promocionando universidades privadas, De la Torre no dijo ni una sola verdad. Solo propaganda. Incluso se atrevió a lanzar una amenaza velada a la UMA: “Tendrá que replantearse cosas”. ¿Perdón? ¿Qué cosas, exactamente? ¿Dejar de ser una universidad pública para convertirse en franquicia?
Habla de “talento local”, pero expulsa a los malagueños de su ciudad con alquileres imposibles. Defiende la “libertad de elección” educativa, pero solo para quienes pueden permitirse pagar matrículas desorbitadas. Porque en Málaga, estudiar en una universidad privada para los que no tienen padres ricos supone hipotecarse de por vida para que su hijo estudie Enfermería si no le llega la nota. Es pagar 1.000 euros al mes en una ciudad donde el sueldo medio apenas supera los 1.600 euros brutos y el alquiler roza los 1.200.
¿Y la universidad pública, señor De la Torre? Abandonada. Humillada. La propuesta de incluir a las privadas en el Consejo Social de la ciudad es una barbaridad. Las empresas ya tienen representación en este órgano. ¿También necesitamos al lobby de las universidades de pago decidiendo sobre el futuro académico de Málaga?
El alcalde miente cuando afirma que las privadas traen calidad. Miente y lo sabe. El presidente de la Asociación de Universidades Públicas de Andalucía y rector de la Universidad Pablo Olavide, Francisco Oliva, lo ha dicho alto y claro: muchas de estas instituciones privadas no cumplen con los mínimos de calidad ni en docencia ni en investigación.
Cuando De la Torre habla de “libertad” para contratar profesorado, en realidad está hablando de docentes sin oposiciones, mal pagados y con contratos temporales. Y dice que las privadas son “un sueño para los malagueños”. ¿De verdad? ¿Quién sueña con pagar una fortuna por un titulo si puede estudiar en una universidad pública de prestigio como la UMA?
Y lo peor está por venir. Cuando las tres universidades privadas que se están instalando en la ciudad estén a pleno rendimiento, se espera que atraigan a unos 7.000 estudiantes con alto poder adquisitivo. Esto significará más presión sobre el mercado de la vivienda, más subida de precios y menos opciones para los malagueños de clase media trabajadora. ¿Eso es gobernar para Málaga? No. Eso es gobernar para una élite.
Y, sin embargo, la UMA resiste. Con dignidad. El Ranking CYD la sitúa como la segunda universidad española con mayor contribución al desarrollo regional. El Ranking de Shanghái 2024 la coloca entre las 800 mejores del mundo. Todo gracias al esfuerzo de su personal docente e investigador (PDI) y de su personal técnico y de gestión (PTGAS). Pero a De la Torre eso le da exactamente igual.
Moreno Bonilla no destina a la UMA la financiación que necesita y merece. Y el alcalde no solo calla, sino que pone la alfombra roja a las privadas. Andalucía es la comunidad en la que las universidades públicas generan el mayor porcentaje al PIB regional -un 3%- y sin embargo, está a la cola en inversión por estudiante. ¿Tampoco ha oído hablar de eso el señor De la Torre?
La educación pública no es un gasto, es una inversión. Es motor económico, cultural y social. Es la mejor herramienta para reducir desigualdades. Pero la derecha prefiere una sociedad dual: universidades para ricos y universidades para los demás. Títulos para quien puede pagarlos y barreras para quien no.
Francisco de la Torre no está defendiendo a Málaga. La está vendiendo. Vende su suelo y vende el futuro de su juventud. Todo por convertir la ciudad en un escaparate donde los malagueños no puedan vivir ni estudiar. Una ciudad para turistas, millonarios y universidades privadas.
Por eso es urgente que la ciudadanía reaccione. Que exija a Moreno Bonilla una financiación justa para la UMA. Que defienda su derecho a una universidad pública, accesible y de calidad. Si permitimos que la lógica del negocio lo invada todo, pronto la única opción para muchos jóvenes será emigrar o renunciar a sus sueños.
De la Torre, con su eterno traje azul y su pose de moderado, está levantando un muro entre los hijos de los ricos y los hijos de la clase media trabajadora. Un muro que divide, segrega y margina. Y lo hace con la complicidad de quienes aún no se atreven a decir que ya no gobierna para Málaga, sino para los que vienen a hacer caja con ella.