Todos los medios de comunicación, periodistas, colaboradores, tertulianos, politólogos e, incluso, ciudadanos de a pie a los que se les solicita opinión, están haciendo pormenorizados y sesudos análisis sobre una moción de censura que nunca debería haberse producido; sobre una moción de censura a un Gobierno fantasma.

Se ha exigido responsabilidad política, de acuerdo con el artículo 113 de nuestra Constitución, a un Gobierno cuyos miembros -¡al menos varios de ellos y de especial relevancia!- tendrían que haber dimitido de sus cargos por comportamientos irregulares de muy diversa índole y, no sólo continúan en sus puestos, sino que se muestran aparentemente ajenos a sus desmanes o fingidamente dignos por actuar como lo hicieron.

Es el caso del ministro de Justicia que ha sido reprobado con la unanimidad de todos los grupos parlamentarios -¡a excepción, claro, de su propio partido!- por su más que probable injerencia en la instrucción de los casos de corrupción que afectan al Partido Popular… y ahí sigue, sin que haya movido un solo músculo que pueda ser interpretado como un paseo hacia su casa.

El ministro de Hacienda, por su parte, ha recibido un descomunal varapalo del Tribunal Constitucional, que ha anulado la “amnistía fiscal” con la que en el año 2012 benefició y premió a los defraudadores fiscales que, de esta forma, pudieron evitar su más que segura entrada en prisión con poco que se les hubiese investigado. Pero el ministro “responsable”, en lugar de dimitir, ha realizado unas declaraciones en las que nos conmina a los ciudadanos -¡que sí pagamos los impuestos en tiempo y forma!- a que agradezcamos a los defraudadores su conducta porque, con ella, se pudo evitar el rescate  de España. ¡Ver para creer!

Y ¿Qué decir, por último, del propio presidente de Gobierno? ¿Cómo puede entenderse que apoye y anime mediante SMS al tesorero de su partido -también senador en sus ratos libres- al saber que éste tiene cuentas millonarias en Suiza al margen de la legalidad y no dimita al segundo siguiente de que la opinión pública conozca la existencia de esos mensajes?

Mariano Rajoy y sus ministros -unos por las irregularidades cometidas y otros por solidarizarse con ellas- son hoy, en el más puro sentido estricto, fantasmas políticos.

La diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, declaró en su intervención parlamentaria que la moción de censura era “una lamentable pérdida de tiempo y un despilfarro de dinero público”. No, diputada Oramas, ha sido mucho peor; ha sido una moción de censura surrealista a un Gobierno fantasmagórico