A veces se escribe para expresar lo que piensas, para relatar lo que acontece, para deleitarnos al común de las y los lectores. Próximos a conmemorar el Día Internacional de las Personas con Discapacidad el próximo 3 de diciembre, yo hoy escribo para hacer visibles a quienes son invisibles.

Si prestamos atención a lo que oímos, es decir, a lo que escuchamos, y nos ponemos en la piel de quien te cuenta su realidad, podemos y hemos de asumir la responsabilidad de legislar sobre las necesidades de las personas a las que representamos.

Durante mucho tiempo, tenía conocimiento de que el trastorno del espectro autista afectaba a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral y que esto producía dificultades en la comunicación, en las habilidades sociales, en la conducta y en la flexibilidad del pensamiento.  Tradicionalmente hemos contextualizado que afecta mayoritariamente a hombres, por tanto, los estudios e investigaciones se han venido fijando sobre pautas masculinas.

Existe un gran vacío de conocimiento sobre cómo se presenta e impacta en niñas y mujeres. Son ellas las que reciben más frecuentemente diagnósticos equivocados o alternativos al trastorno del espectro autista.

Comenzaba resaltando la importancia de practicar una escucha activa y ponernos en la piel de las demás, principalmente de aquellas personas que viven con este trastorno o trabajan directamente con ellas. Hace unos meses nos reuníamos con la Confederación Autismo de España y nos explicaban la necesidad de hacer un abordaje integral con el fin de facilitar los apoyos individualizados, especializados y basados en la evidencia científica más adecuados para mejorar la calidad de vida de cada persona que padece este trastorno, especialmente el de niñas y mujeres que o no son diagnosticadas o lo son tardíamente.

Las señales y manifestaciones del trastorno específicamente en niñas y mujeres son más difíciles de identificar porque hacen uso de sus habilidades sociales, lingüísticas o de su infinita capacidad de adaptación. Además, son menos observables y las herramientas de detección y diagnóstico son poco sensibles a sus manifestaciones clínicas.

Ellas aprenden a mirar, a parecer que escuchan, o a asentir ante cualquier situación. En definitiva, aprenden a enmascarar lo que no entienden; se sienten extrañas siempre ante situaciones normales y cuando son diagnosticadas, en la mayoría de los casos, se sienten aliviadas porque al menos entienden que todo tenía un porqué.

Tenemos como responsabilidad impulsar la investigación científica sobre las diferencias que pueden existir entre las manifestaciones del autismo en mujeres y hombres, además de seguir ahondando en su detección y diagnóstico. Debemos ser sensibles a esta realidad, principalmente los y las profesionales que las atienden para promover la valoración diagnóstica especializada cuando existan sospechas, así como todos los estudios posibles con perspectiva de género, para que en definitiva, ni una niña ni una mujer más en nuestra sociedad tengan que enmascarar una realidad que no entienden y que cuando sean diagnosticadas, se hayan dejado toda una vida atrás de incomprensión.