Los orígenes del día de la mujer están en la lucha por los derechos de las trabajadoras. Mujeres que trabajaban en pésimas condiciones, expuestas a agresiones sexistas y a violencia en el trabajo, que añadían la sobreexplotación a sus condiciones laborales, puesto que a ellas se les pagaba menos.

Corría el siglo XIX y entonces, el movimiento obrero reconocía la explotación de las mujeres, ofreciendo como solución la eliminación de las contrataciones femeninas para optimizarlas en las tareas del hogar. Concretamente, el I Congreso Internacional de trabajadores calificaba de abuso escandaloso a las condiciones laborales de las mujeres porque “no mejora la condición material de la clase obrera, sino que la empeora y destruye la familia”. Fue por la lucha de mujeres valientes, sindicalistas y feministas que se logró cambiar el discurso; mujeres protagonistas de una revolución internacional que llevó a declarar el día de la mujer trabajadora en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas.

La igualdad entre mujeres y hombres es una máxima en la acción política socialista que nos acompaña a lo largo de nuestra historia. La agenda feminista tiene un carácter esencial en el ámbito laboral, donde la desigualdad priva a las mujeres de autonomía, de libertad y, en definitiva, de poder construir un proyecto de vida propio en condiciones dignas.

Más de un siglo después nuestra lucha contra las brechas de desigualdad en el trabajo es una constante, ya que temporalidad y los salarios bajos siguen definiendo mayoritariamente el empleo femenino.

Una lucha que, de la mano del diálogo social, hoy es también la lucha del gobierno de España: las sucesivas subidas del SMI y la reforma laboral están actuando directamente en las condiciones laborales de las mujeres: Un ejemplo es como la aplicación del convenio correspondiente al sector de la actividad de las subcontratas o la primacía del convenio sectorial sobre el de empresa, eliminan la posibilidad de abonar salarios por debajo del sector, que han precarizado las condiciones salariales de manera especial en el caso de las trabajadoras.

Pero hoy, como en el S XIX, también hay voces que se alzan para liberar a las mujeres del “yugo del mundo del trabajo asalariado que les impide formar una familia”, voces que niegan que existe una brecha salarial por la que las mujeres trabajaron 43 días gratis en 2021, que niegan la violencia sexista. Voces que se elevan para silenciar a las mujeres.

Esas mismas voces, también niegan el  compromiso de las organizaciones sindicales con las trabajadoras y reniegan de la función representativa y de negociación que les encomienda nuestra Carta Magna, por la que tienen el derecho a recibir apoyo público.

Y es que, a lo largo del S XX, las feministas y el movimiento sindical han estado en el epicentro de la conquista de derechos, no sólo laborales sino también sociales y políticos. Conquistas gracias a las que hemos avanzado hacia sociedades mas justas y democráticas, que son una amenaza para los movimientos reaccionarios de ultraderecha.

En el S XXI, sindicalismo y feminismo siguen siendo un motor de transformación laboral y social muy molesto para quienes añoran una sociedad sometida a su imagen y semejanza.

133 primeros de mayo de reivindicación nos llevan a la reflexión de que el paso del tiempo no ha sido proporcional a los logros alcanzados. Queda mucho por lo que luchar, y más aún en el caso de las mujeres en el mundo laboral, por eso cada 1 de mayo las trabajadoras y trabajadores siguen haciendo oír sus reivindicaciones.

Compañeras, nuestros pasos se alejaron con firmeza del S XIX y con esa firmeza seguimos en la lucha por nuestras predecesoras, por nosotras y por las que vendrán.

¡Viva el primero de mayo!