Las causas de la pérdida de confianza política en el PSOE por parte de miles y miles -incluso millones- de seguidores de este partido deben buscarse en la fatídica crisis económica internacional. Ese factor es, sin duda, determinante de cuanto ha pasado en España. De la primera legislatura del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a la segunda, que aún es la actual -contaminada por la caída de nuestra economía  y por las cifras estremecedoras del aumento de parados- hay un abismo clamoroso. Ello no significa que Zapatero y sus ministros no hayan cometido numerosos errores, algunos evitables,  que han caldeado más todavía el ambiente de irritación y legítimo enojo de los que más sufren a cuenta de la crisis.

“Hasta aquí hemos llegado”
Pero el momento en el que muchísima gente dijo con rabia “hasta aquí hemos llegado” y rompió sus vínculos ideológicos y hasta afectivos con el PSOE se produjo cuando Zapatero, hace un año, se vio obligado –por los mercados y por la UE- a modificar hacia posiciones neoliberales la política anticrisis, que castigaba más a los débiles que, por supuesto, a los poderosos. ¿Podía Zapatero, sin embargo, haber introducido en su agenda ciertos paliativos que permitieran trasladar a la ciudadanía mensajes en clave socialista o socialdemócrata?  Creemos que sí. Que sí hubiera podido y debido mantener hasta el máximo posible una praxis propia de la socialdemocracia clásica, adecuada, por lo demás, a las circunstancias conocidas.

 

Trompetas y tambores
No hubo manera de que Zapatero impulsara, con redoble de trompetas y tambores, una subida de impuestos orientada hacia los más ricos y, por ende, a los más poderosos. No hubo manera de que esta idea prosperase y se diera a conocer a todo el mundo. La imagen, al respecto, que ofreció Zapatero le ha perjudicado enormemente a él y al PSOE. Es una imagen con ribetes distorsionados por lo medios de la derecha. Pero es la imagen que ha llegado a la calle: Zapatero protege a los banqueros y se olvida de los más pobres. ¿Por qué no hizo Zapatero de los impuestos –“que paguen más los que más tengan”, según la doctrina socialdemócrata-  uno de sus símbolos?

Los avatares de los banqueros
Pendiente de los avatares de los banqueros –lo que es razonable, por otra parte en estos tiempos que corren-, no quiso, no pudo o no se atrevió Zapatero a nacionalizar un banco o crearlo con dinero público. Demasiados guiños a los banqueros privados y, en paralelo, un olvido vergonzoso acerca de la creación de un banco  propiedad del Estado. ¿Otro símbolo? Sí y qué. ¿O no funcionan los trenes en España a un nivel muy alto y todos dependen del Estado? Frenar la fiebre privatizadora es otra dimensión sensata de la socialdemocracia.

Ambigua, confusa…
Cuando han estallado escándalos en torno a los miles de millones que se embolsan algunos ejecutivos, la respuesta del Gobierno y, más en concreto, de la vicepresidenta Elena Salgado, ha sido ambigua, confusa y en absoluto asumible  por los desempleados. La política progresista es también pedagogía. La socialdemocracia ha de predicar valores democráticos y solidarios y repetir hasta la saciedad que el sistema no puede funcionar ayudando a los ricos y encogiéndose de hombros ante los débiles.

Reflexión y debate ideológico
Desde la noche del domingo se oyen voces de dirigentes socialistas reclamando reflexión y debate ideológico. Nos parecen tales voces muy bien, aunque no hace falta darle demasiadas vueltas a lo que es sencillo. Los ciudadanos de a pie exigen que el socialismo no se diluya. Exigen todo lo contrario. Exigen socialismo no descafeinado. Quieren socialdemocracia y justicia social. Ni más ni menos. La socialdemocracia es el mejor antídoto  ante el desapego y el pasotismo.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM