“Hasta aquí hemos llegado”
Pero el momento en el que muchísima gente dijo con rabia “hasta aquí hemos llegado” y rompió sus vínculos ideológicos y hasta afectivos con el PSOE se produjo cuando Zapatero, hace un año, se vio obligado –por los mercados y por la UE- a modificar hacia posiciones neoliberales la política anticrisis, que castigaba más a los débiles que, por supuesto, a los poderosos. ¿Podía Zapatero, sin embargo, haber introducido en su agenda ciertos paliativos que permitieran trasladar a la ciudadanía mensajes en clave socialista o socialdemócrata? Creemos que sí. Que sí hubiera podido y debido mantener hasta el máximo posible una praxis propia de la socialdemocracia clásica, adecuada, por lo demás, a las circunstancias conocidas.
Trompetas y tambores
No hubo manera de que Zapatero impulsara, con redoble de trompetas y tambores, una subida de impuestos orientada hacia los más ricos y, por ende, a los más poderosos. No hubo manera de que esta idea prosperase y se diera a conocer a todo el mundo. La imagen, al respecto, que ofreció Zapatero le ha perjudicado enormemente a él y al PSOE. Es una imagen con ribetes distorsionados por lo medios de la derecha. Pero es la imagen que ha llegado a la calle: Zapatero protege a los banqueros y se olvida de los más pobres. ¿Por qué no hizo Zapatero de los impuestos –“que paguen más los que más tengan”, según la doctrina socialdemócrata- uno de sus símbolos?
Los avatares de los banqueros
Pendiente de los avatares de los banqueros –lo que es razonable, por otra parte en estos tiempos que corren-, no quiso, no pudo o no se atrevió Zapatero a nacionalizar un banco o crearlo con dinero público. Demasiados guiños a los banqueros privados y, en paralelo, un olvido vergonzoso acerca de la creación de un banco propiedad del Estado. ¿Otro símbolo? Sí y qué. ¿O no funcionan los trenes en España a un nivel muy alto y todos dependen del Estado? Frenar la fiebre privatizadora es otra dimensión sensata de la socialdemocracia.
Ambigua, confusa…
Cuando han estallado escándalos en torno a los miles de millones que se embolsan algunos ejecutivos, la respuesta del Gobierno y, más en concreto, de la vicepresidenta Elena Salgado, ha sido ambigua, confusa y en absoluto asumible por los desempleados. La política progresista es también pedagogía. La socialdemocracia ha de predicar valores democráticos y solidarios y repetir hasta la saciedad que el sistema no puede funcionar ayudando a los ricos y encogiéndose de hombros ante los débiles.
Reflexión y debate ideológico
Desde la noche del domingo se oyen voces de dirigentes socialistas reclamando reflexión y debate ideológico. Nos parecen tales voces muy bien, aunque no hace falta darle demasiadas vueltas a lo que es sencillo. Los ciudadanos de a pie exigen que el socialismo no se diluya. Exigen todo lo contrario. Exigen socialismo no descafeinado. Quieren socialdemocracia y justicia social. Ni más ni menos. La socialdemocracia es el mejor antídoto ante el desapego y el pasotismo.
Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM