También nos enteramos que el actual Secretario de Inmigración de CDC, Àngel Colom, liquidó las deudas de su aventura fracasada con el Partit per la Independència con talones de Millet. Dijo en su día Colom que alguien le recomendó que recurriera a Millet para saldar su desaguisado político. Todavía no ha dicho quién se lo dijo. No hay pruebas pero la intuición sitúa la recomendación en las altas esferas políticas de quién gobernaba aquellos días Cataluña como si fuera su finca particular.

Hasta esta semana CDC siempre ha negado la mayor. Artur Mas, sin embargo, ha cambiado el paso. “No lo sé todo hasta el último milímetro” dijo esta semana en sede parlamentaria. Luego, lo de siempre. Confianza en la justicia y en que no haya irregularidades. Pero de sus palabras se desprende que no pone la mano en el fuego.

No ha sido el primer dirigente nacionalista que pone tierra de por medio con la gestión de Jordi Pujol. Las investigaciones se sitúan entre 2002 y 2008. En este año, Artur Mas ya parecía tener la mosca detrás de la oreja y la Fundación Trias Fargas, el elemento clave en el trasvase de este supuesto dinero irregular, cambió de nombre y de director. El actual responsable de la Fundación CatDem, Agustí Colominas, lo ha dicho claro “si se demuestra que hubo financiación irregular, me voy”. Y añadió “hace falta dar explicaciones”. Sin embargo, el último director de la Trias Fargas y hombre fuerte del Ayuntamiento de Barcelona, Antoni Vives, calla. De hecho, ha desaparecido. Es un silencio culpable porque quién calla otorga. Vives debe hablar, explicarse, sobre todo, después de las palabras de Artur Mas. O, simplemente, dimitir. Lo dicho, la cosa pinta mal porque el agua ya llega al cuello.

Toni Bolaño es periodista y analista político