Les recomiendo encarecidamente que, si no lo han hecho ya, acudan al cine de su localidad donde se esté proyectando Inside Job, un documental que produce envidia periodística, por su factura y realización, en el que se analizan todas las claves de la crisis financiera que ha provocado que millones de personas en todo el mundo hayan perdido sus empleos, sus viviendas y sus ahorros, mientras los máximos responsables de la hecatombe continúan tan ternes en sus actividades percibiendo sueldos de escándalo.

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Trailer promocional del documental 'Inside Job'

No fue fortuito
La película, dirigida por Charles Ferguson,  es una sucesión precisa de hechos y personajes que demuestran como este nuevo crack económico internacional no ocurrió fortuitamente. La gestación de la crisis fue larga y se fraguó por presiones políticas y de lobbies poderosos para que se eliminara la regulación de determinadas prácticas financieras, lo que determinó el enriquecimiento obsceno de algunas grandes firmas y entidades bancarias y la ruina absoluta de millones de víctimas que fueron vilmente engañadas por aquellos que les vendieron productos, incomprensiblemente valorados como triple A por las inefables agencias de calificación, contra los que apostaban a continuación.

Absoluta desvergüenza
Inside Job
es el vivo retrato de la desvergüenza más descarada. Gestores que llevaron a sus empresas a la bancarrota premiados con cargos públicos, profesores de economía que asesoraron a quienes realizaron  prácticas corruptas, grupos de presión incardinados en los equipos de asesores de la Casa Blanca en diferentes mandatos  presidenciales y así un largo suma y sigue de caraduras espléndidamente pagados que alcanzaron su estatus debido a la ruina de los demás.

Responsables concretos
Con toda claridad se muestran las responsabilidades de personajes como Alan Greenspan, Ben Bernanke, Timothy Geithner o Henry Paulson, quienes, junto a algunos protagonistas más, permitieron la gran bola de nieve que arrasó los mercados y nos ha traído hasta aquí. Junto a ellos vemos desfilar a muchos de los másters del universo que pueblan Wall Street, un paraíso artificial para sus habitantes en el que no ha faltado de nada, donde ha corrido la cocaína a mansalva y se han facturado los servicios de prostitución de lujo con nombres eufemísticos a cargo de sus empresas. Viendo el documental se entiende perfectamente el escándalo consentido de las hipotecas subprime y la caterva de irregularidades que provocaron el mayor cataclismo en los mercados desde 1929.

Indignación y repugnancia
Ante la contemplación de todo lo que ocurrió resulta imposible no sentir indignación y repugnancia ante sus responsables que aparecen tan tranquilos ante las cámaras, cuando no han declinado ser entrevistados. Los padres de la crisis permanecen inmutables con excelentes sueldos, habiendo sacado  tajadas de sus desmanes y sin pisar la cárcel, que es la duda que asalta de inmediato a cualquier espectador de este magnífico trabajo. Tras su visión hay que abandonar toda esperanza de que algún día se haga justicia, aunque desearíamos la creación de tribunales especiales para enviar a prisión a toda esta pléyade de inmorales y codiciosos personajes amparados por Clinton, Bush y Obama, presidente este último que llegó al cargo hace dos años prometiendo reformas regulatorias en Wall Street que han quedado reducidas a simples medidas cosméticas de corto recorrido.

Medidas españolas
Básicamente, Inside Job, es el retrato de la ambición en estado puro, la fotografía precisa de la codicia que consiste en que unos pocos vivan escandalosamente bien mientras la mayoría se empobrece y una parte importante de la sociedad lo pierde absolutamente todo. En clave interna la película permite hace dos lecturas. La primera es que, a pesar de sus múltiples errores en la gestión de la crisis, Zapatero fue un alma cándida si lo comparamos con lo ocurrido, permitido y amparado en Estados Unidos. La segunda es que nunca valoraremos lo suficiente las medidas regulatorias impuestas por el Banco de España. Simplemente, de haber existido en Washington, hubiera sido imposible el estallido de las subprime, tal y como ocurrió, y el escandaloso e inmoral negocio de los productos derivados en el que los bancos arriesgaron impunemente el dinero de sus clientes. A cada uno, lo suyo.