Esperemos que se nos libere de la vergüenza de que al candidato <em>in pectore</em> del PP para ocupar plaza en la Comisión Europea pase a examen parlamentario, y una diputada roja no le diga las cuatro verdades al hombre azul, amparada en ahorrarse las repliquitas de Arias Cañete por su ritual anacrónico de caballerosidad machista.

A la hora que estamos, más cerca de la siesta que de la jornada de reflexión, calor y crisis, abejorro y margarita, espero silente el pasodoble de la trompeta abollada, el <em>riapitá </em>de las castañuelas y a la cabra mugrienta dispuesta a hacer equilibrios por menos de dos reales.

El viejo circo ambulante metía más ruido que la campaña, hasta que se abrió el portón de la tragedia de León y el hombre azul demacró su excelencia ante una telefonista, por eso de no saber marcar los signos de los tiempos digitales y perder los papeles como las pavesas de Génova.

Hay muchas dudas, las apuestas son de alto riesgo, la preocupación consume todas nuestras noticias, los fans los separan por seguridad para evitar conflictos de orden público, la cosa está que arde en la jornada de reflexión, nuestro destino en Europa está en juego.

Yo pienso en la Europa dinámica, que salga de su arteriosclerosis, sin Barroso y Rompuy de quita y pon. Pienso en la patria natal de la democracia ateniense, de la Revolución Francesa, y hasta la comunidad igualitaria de creyentes de la metáfora del Espíritu Santo (no el banco portugués), como el filósofo esloveno Slavoj Zizek sintetiza.

Yo pienso no solo en defender el estado de bienestar que Europa nos ha enseñado a los españolitos de a pie, sino saltar sobre éstos logros ejemplares, frente al que se pavonea de riguroso para hacernos austeros, sin ninguna sombra de sobriedad vital.

Yo pienso que la única cacería decente que nos queda a la escopeta nacional e internacional, es la de las aves de los paraísos fiscales, y el destrozo de sus anidamientos. La Humanidad necesita superar la infamia de las cuevas de Alibaba de millones de dígitos indecentes.

Yo pienso en la Europa del trabajo digno y salarios justos, la gran fábrica solidaria de proyectos vitales, tan emigrada como inmigrada, raíz y nido de los altos vuelos que se acompañen de la razón.

Del rebalaje de mi playa, sureña y mediterránea, dicen que podía llegar una ardilla de árbol en árbol hasta un caserío vasco, hoy dicen que también mi playa se perderá si los europeos no nos podemos a remediarlo.

Yo pienso en esa Europa antes de la jornada de reflexión, mientras las apuestas van subiendo, la preocupación se hace más evidente por el resultado, aquí nadie se abstiene, el árbitro pitará el comienzo del partido en Lisboa y nosotros no sabemos cuántos llegaremos a las urnas. -¡qué Merkel no reparta suerte!

 

* Curro Flores es asesor cultural en Málaga