Lo que para algunos iba a ser un trámite, va camino de convertirse en un culebrón. Está visto que la promesa de la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco antes del verano, no se refería al verano de 2018. Y veremos si se refiere al de 2019.

Ante un hecho tan grave, la Iglesia se ha vuelto a poner de perfil el pasado fin de semana. En la acertada entrevista a Juan José Tamayo, realizada por el periodista Gonzo para el programa El Intermedio, de La Sexta, el teólogo afirma que no se ha roto el cordón umbilical que unía a la Iglesia con el franquismo.

No en vano, como se jactaba José María Pemán, en su libro Mis almuerzos con gente importante, los obispos españoles calificaron a la Guerra Civil como Cruzada. Desde 1937, con aquella famosa carta del arzobispo de Toledo, Isidro Gomá, en la que blanqueaba el golpe y se quitaba de encima a los obispos rebeldes, que los hubo, la Iglesia se entregó al nacionalcatolicismo. Esos obispos demócratas pasaron al ostracismo o, directamente fueron fusilados. La iglesia no solo nunca rectificó, sino que parece que aún hoy sigue avalando aquellas atrocidades.

Aunque nos centremos en la actitud radical del impresentable prior del Valle de los Caídos, Santiago Cantera, el problema está en la Iglesia española, en la orden benedictina y, desde el pasado fin de semana, también en el Vaticano. Porque todos ellos están por encima del sacerdote falangista.

¿Permitiría el papa Francisco que su país llevara los restos del dictador Videla a la catedral de Buenos Aires? La respuesta es obvia

En estos tres casos, las aparentes actitudes pasivas no son tales. La inacción, el mirar hacia otro lado, el lavarse las manos, son pecados de acción y no de omisión.

Cabe hacerse un par de preguntas para que esto quede meridianamente claro. ¿Pueden la orden benedictina y el Vaticano exigir la exhumación de Cuelgamuros? ¿Pueden la Iglesia española y el Vaticano evitar que el destino del dictador sea la cripta de la Almudena? Se podrán poner mil excusas y dar mil explicaciones, que si la cripta es privada, que si pertenece a la familia, pero la respuesta a las dos preguntas es “sí”.

Por eso duele que los nuevos aires que ha traído el papa Francisco se vean traicionados por el comunicado del Vaticano en el que sé que viene a decir que es un asunto que concierne a la familia del dictador, a la iglesia local y al Ejecutivo socialista. Como también se preguntó Tamayo: ¿Permitiría el papa Francisco que su país llevara los restos del dictador Videla a la catedral de Buenos Aires? La respuesta es obvia.

En octubre del año pasado, el mismo Vaticano había emitido un comunicado en el que decía lo contrario. ¿Qué ha pasado en medio? ¿Tan poco poder tiene un papa en el que nos empeñamos en seguir confiando o, finalmente, Francisco es más de lo mismo?

Sin duda, el protagonismo político de las últimas dos semanas, y seguramente el de las siguientes, es de Vox. No hace falta aclarar cuál es la posición de este partido nacionalcatólico respecto al traslado de los restos de Franco. Por supuesto, dentro de los 19 puntos que exige para apoyar al gobierno de PP y Ciudadanos en Andalucía, hay un guiño, o mucho más, a la iglesia española, con un apoyo sin ambages a la educación concertada, y fundamentalmente, a la segregada. Es la ultraderecha entrando en las instituciones de la mano de la Iglesia, y eso no augura nada bueno.

El culebrón sigue y, como todos sabemos, cuando las audiencias son altas, cuesta ponerle un final.