El mundo del toro está que trina. Finalmente, y afortunadamente, no ha sido incluida la tauromaquia por el ministerio en las ayudas estatales por el coronavirus a la cultura. Como debe ser. Porque matar toros no es cultura, sino lo contrario, una manifestación repugnante de lo más primario y brutal del ser humano, y es algo imposible de digerir en el siglo XXI.

En cualquier caso, aunque el gobierno central no otorgue esas ayudas directas a los empresarios taurinos, sí las reciben las personas del gremio según el epígrafe “artistas de espectáculos públicos”.

Y también sabemos muy bien que el sadismo que llaman tauromaquia recibe subvenciones y ayudas públicas de todos los niveles de la Administración, del gobierno central, de los gobiernos regionales, de las diputaciones y de los municipios de España; de tal manera que el dinero público que recaban es desmedido y vergonzoso. Por matar toros indefensos. Qué vergüenza de país. La tauromaquia es una de esas instituciones parasitarias del Estado que sobreviven por y para recibir subvenciones del dinero público. Lo de la supuesta “cultura” no es más que la falaz justificación para justificar lo injustificable.

Muy desgraciadamente, en noviembre de 2013 la tauromaquia fue declarada en el Senado patrimonio cultural gracias a la mayoría del Partido Popular y el apoyo de UPN. El PSOE se abstuvo, lo cual es una deuda moral pendiente que tienen los socialistas a favor del progreso y contra la barbarie. Todos los demás grupos de izquierdas más los nacionalistas rechazaron la vergonzosa Ley. Y ello no significa que torturar y matar a bóvidos indefensos sea cultura; quien así lo perciba, además de alguien enormemente insensible, intelectual y moralmente es un verdadero zote. Lo de la tradición y la supuesta “cultura” no es más que la falaz justificación para justificar lo injustificable. Porque nada justifica a la crueldad.

El ser humano no es tan patán, o no lo debería ser, como para aferrarse a una atrocidad de ese tipo por el mero hecho de que es herencia del pasado. También eran habituales en el pasado otras muchas barbaridades, como quemar vivas en hogueras de la Iglesia católica y su santa Inquisición a personas por simplemente ser dudoso el profesar esa religión, o por no ajustarse a sus absurdas y temibles imposiciones de todo tipo, o por ser mujer y leer, o por veinte mil cosas más. Cualquier cosa podía ser un pretexto para matar.

Pues igual de descabellado  que sobreviviera hoy en día esa barbaridad que se llamaba Inquisición es mantener, como se mantiene, la “tradición” disparatada de acorralar, acribillar, lancear y asesinar a un animal indefenso. No consigo entender cómo es posible que siga habiendo gente en este país que siga disfrutando de ver a un animal sufriendo, agonizando, desangrándose por la boca y por las terribles heridas causadas por verdaderos instrumentos de tortura. Tanta insensibilidad sólo es propia de perturbados, de sádicos, psicópatas, o de personas tremendamente adoctrinadas en el especismo y en el antropocentrismo, es decir, en la idea de que los humanos somos la única especie con derechos y en la idea de que el ser humano es el centro de una creación. Es evidente y está demostrado por la ciencia desde hace mucho tiempo que no existió jamás ninguna creación; somos un escalón más de la evolución, somos una parte más de la naturaleza. Tener que argumentarlo a estas alturas es realmente tedioso y vergonzante.

Pues bien, el sector taurino, enarbolando el orgullo castizo que le caracteriza, ha dirigido una carta, a través de la Fundación Toro de Lidia, al ministro de cultura pidiendo su dimisión por “haber sido discriminados y censurados” y exigiendo “un trato similar al del resto de las industrias culturales”. Su lema está siendo “la cultura no se censura”. Y es que me parece increíble hasta qué punto se pueden confundir los conceptos. Efectivamente, la cultura no se censura, pero la tauromaquia no es cultura, es tortura. El gran Rodríguez de la Fuente decía literalmente hace casi 40 años que “Es asombroso que exista un público que disfrute y sienta placer viendo cómo un hombre mata a un animal en la plaza de toros. La mal llamada fiesta nacional es la máxima exaltación de la agresividad humana”.

No tenemos derecho a maltratar a ningún ser vivo, especialmente si es por disfrute. A eso se le llama literalmente psicopatía. Casi todos los asesinos de personas antes han sido asesinos de animales. Y no olvidemos el carácter “fascista” de la tauromaquia, esa soberbia infinita de los que se creen superiores y con derecho a quitar la vida a los otros, sean de la especie que sea. Y me viene a la mente una reflexión que leí hace tiempo: “A mí eso de la fiesta nacional me trae resabios de una España de puro y mantilla, de militares y curas. Lo asocio con la España franquista. No me interesa”. Es del director de cine Miguel Bardem. Me pasa lo mismo.