Los colegios de psicólogos de Madrid y de Navarra se han sumado a la larga lista de los que, a nivel particular o grupal, se sienten agraviados por la inaceptable sentencia judicial contra “la manada”. En dos contundentes comunicados las dos organizaciones colegiales han expresado, literalmente, que el veredicto en cuestión es “un claro retroceso en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres”, e, igualmente, insisten en el hecho de que esta sentencia supone un enorme paso atrás en lo que respecta a la inseguridad, a la desprotección y a la indefensión de la mujer española en la sociedad.

La vicesecretaria del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, psicóloga forense que se dedica a ayudar a mujeres violadas, lo explica muy bien cuando habla de “indefensión aprendida”. Si damos por hecho que la Justicia española nos va a culpabilizar a las mujeres ante los supuestos de maltrato o violencia sexual, y va a considerar una violación en grupo como un simple abuso, las mujeres españolas se preguntarán para qué denunciar, o para qué acudir al sistema judicial si se puede posicionar claramente del lado de los violadores.

El hecho de que la joven de dieciocho años víctima de ese crimen atroz (que algunos llaman sólo “abuso”) se quedara paralizada no se trata en manera alguna de consentimiento, sino de indefensión y de simple y básico instinto de supervivencia, lo cual cualquiera en su sano juicio puede entender, a no ser que se sea machista en grado máximo. El profesor de psicología de Harvard James Hopper lo explica en detalle en un artículo de The Whasington Post del 23 de junio de 2015 en el que manifiesta que en una situación de peligro intenso la amígdala cerebral reacciona frecuentemente induciendo a la parálisis, en un intento de sobrevivir ante un ataque o una situación crítica. No creo que haya que ser un lumbreras ni doctor en psicología para entender algo que es una conducta primaria de supervivencia para cualquier animal, incluido el humano, cuando la reacción de lucha o huida puede suponer la muerte.

España es un país machista. Lo cual no significa que una parte de los hombres españoles, afortunadamente, no lo sean. Pero España es un país esencialmente machista. El machismo rezuma aún por los poros de una sociedad adoctrinada en el desprecio a lo femenino; y ello no sólo por parte de los hombres, sino también de muchas mujeres. Porque el machismo no es una actitud, es una ideología que se manifiesta, finalmente, en todos los ámbitos de la vida. El machismo, como el especismo, como el racismo o el clasismo son diferentes manifestaciones de un mismo modo intolerante y excluyente de percibir el mundo, de la misma repugnante y soberbia ideología que presupone la inferioridad de los otros, de los de otra raza, otro sexo, otra especie u otra clase social.

El machismo no es una actitud, es una ideología que se manifiesta, finalmente, en todos los ámbitos de la vida

El desprecio hacia las mujeres de los violadores de La Manada es el mismo desprecio de los que asesinan animales indefensos, el mismo odio de los que cierran los ojos ante los seres humanos que mueren en las pateras, la misma ignorancia y la misma maldad de los que quemaron durante muchos siglos a las mujeres en lo que llamaron “caza de brujas”, la misma aversión de algunos respecto de los más desprotegidos, la misma malicia de los que odian a los que piensan, viven o sienten de manera “diferente”. En el fondo, es todo lo mismo. Y en el trasfondo aparece el mismo dogmatismo que, en el fondo es lo que llamamos “pensamiento fascista”.

¿Qué podemos esperar de una sociedad adoctrinada desde la infancia en la misoginia de los que dicen que los males de la humanidad son culpa de la primera mujer que mordió una manzana?? ¿Qué podemos esperar de una sociedad en la que los centros educativos siguen enseñando de manera prioritaria y sistemática los dogmas de una ideología, la cristiana, intolerante y profundamente misógina? ¿Cómo podemos aspirar a superar el machismo en España si el Estado español, es decir, todos los españoles seguimos manteniendo un abusivo Concordato y seguimos financiando a una organización que aconseja a sus adeptas “casarse y ser sumisas”?

Que en España siga habiendo sentencias judiciales, como la que libera a ese grupo de bestias de la acusación por violación, que banalizan el sexo no consentido y que dejan a las mujeres indefensas en manos de sus agresores sexuales, muestra hasta qué punto el machismo más repulsivo impregna a las instituciones. La misoginia cristiana, que es el origen primigenio del machismo que llevamos sufriendo las mujeres veinte siglos, sigue dando forma a las neuronas de esos “machos” que cosifican y someten a las mujeres y repudian al universo femenino, seguramente porque le temen. Aunque quizás, por otra parte, el machismo, como el especismo, el sexismo, el racismo y el clasismo, como dijo García Márquez, no es más que la usurpación del derecho ajeno. Así de simple. Y así de triste.