La alocada marcha a ninguna parte del separatismo catalán acumula día a día despropósitos. Uno de los últimos es su anuncio de veto, en el Parlamento de Cataluña, de la sustitución del hasta ahora senador autonómico socialista José Montilla por su compañero de partido Miquel Iceta. Se trata de un hecho hasta ahora sin precedentes en las ya casi cuatro décadas de la historia reciente de la cámara autonómica catalana. 

Se trata de un hecho de una gravedad política e institucional extrema, que va mucho más allá de una falta de cortesía parlamentaria. Son numerosos los juristas que sostienen que la imposición de un veto de estas características sería ilegal e ilegítimo. Pero esto poco o nada importa a quienes, por ejemplo, entre los días 6, 7 y 8 de septiembre de 2017, pretendieron abolir de un plumazo tanto la Constitución española de 1978 como el vigente Estatuto de Autonomía de Cataluña.

Amenazar con este veto a la elección de Miquel Iceta como sustituto de José Montilla como senador autonómico designado por el Parlamento de Cataluña, como vienen haciendo no solo los representantes de las CUP sino también los de ERC y JxCat, no constituye simplemente un hecho insólito, que contradice de forma radical la norma parlamentaria seguida sin excepción ninguna desde la misma restauración de la cámara autonómica catalana, sino que representa tanto un enfrentamiento personal directo con los dos dirigentes socialistas afectados -Miquel Iceta, sin duda alguna, pero también el expresidente José Montilla- como un enfrentamiento político monumental con el conjunto del PSC e incluso con el PSOE y también con el actualmente presidente en funciones del Gobierno, Pedro Sánchez, que es más que previsible que se suceda a sí mismo en la Presidencia del Gobierno de España.

¿Tanto les molesta a los separatistas catalanes que un socialista catalán como Miquel Iceta, catalanista y federalista, pueda ser presidente del Senado, como ha propuesto Pedro Sánchez como máximo dirigente del PSOE, partido que cuenta con una muy holgada mayoría absoluta en la cámara alta? ¿Tanto les molesta que un socialista catalán pueda convertirse en la cuarta autoridad del Estado, antecedida tan solo por el jefe del Estado, el presidente del Gobierno y el presidente del Congreso? ¿Se trata, pues, de una reedición de aquellos vetos bajo mano que años atrás ejerció el entonces presidente de la Generalitat Jordi Pujol, primero contra el socialista Joan Reventós y algunos años más tarde con el democristiano Joan Rigol? ¿Tanta miseria moral guía esta estratagema urdida ahora por los dirigentes del movimiento secesionista catalán, y sobre todo por quienes mandan ahora en JxCat y en ERC, que parecen estar dispuestos a rivalizar con los extremistas de las CUP hasta el punto de llevar a  la práctica un nuevo acto ilegal e ilegítimo, de abierta confrontación con el PSC y algunos de sus más importantes dirigentes, e incluso con el PSOE y con quien continuará siendo el presidente del Gobierno?

Si se consuma el veto a Miquel Iceta como nuevo senador autonómico, que con seguridad será declarado ilegal e ilegítimo por los tribunales pertinentes, se habrá dado un paso de muy difícil resolución. En especial en Cataluña, en donde no solo los socialistas sino todas las fuerzas no independentistas con representación parlamentaria -esto es, En Comú Podem y también Ciutadans y PP, aunque estos dos partidos han advertido que votarán en contra de la elección de Iceta como presidente del Senado- han anunciado su intención de mantener la práctica habitual y, por tanto, sustituir a un senador autonómico dimitido por otro de su mismo partido. Pero este anunciado veto tendrá también inevitables repercusiones en la política española, y en concreto en las relaciones entre el separatismo catalán y el Gobierno de España. 

Lo dejó muy claro el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: “Es un mal comienzo”. Es un despropósito más de un proceso político que se ha convertido en una sucesión interminable de disparates, iniciado por Artur Mas, continuado por Carles Puigdemont y llevado ya al límite del dislate por Quim Torra. Habrá que ver quién es capaz de poner el freno a este tren alocado. En su afán por no ser acusado de debilidad, de falta de firmeza, ni JxCat ni ERC quieren dar su brazo a torcer. Como en aquel juicio del rey Salomón reseñado en el bíblico Libro de los Reyes, se asemejan cada vez más a aquella falsa madre dispuesta a aceptar que  una espada cortase por la mitad el cuerpo del hijo de otra mujer para quedarse ella con una de las mitades.