El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso se reúne con presidentes autonómicos para leerles la cartilla lo que parece un puenteo inadmisible al gobierno de España. Y ayer lo hizo ante el Parlamento Europeo con palabras alarmantes y recomendaciones baladíes.

El término más reiterado estos días es “sistémico” o sea la posibilidad plausible de que quiebre el sistema financiero y con él, el sistema en su conjunto, un fantasma que ha permanecido entre nosotros desde la quiebra de Lheman Brother.

Ocurrió hace tres años y, desde entonces, ni las pruebas de stress ni la frecuencia de las reuniones de la Unión y de sus grandes potencias, ni las palabras tranquilizadoras de las autoridades nacionales han podido conjurar.

La imagen de la banca ha pasado en poco tiempo de la prepotencia a la UVI, aunque ningún banquero ha visitado todavía la cárcel.
Nuestra banca que había acumulado a lo largo de los buenos años reservas por si las cosas se ponían feas se encuentra con que se menosprecian sus horros y se las pone también en la picota.

Las otras palabras de mayor circulación en el mundo financiero son “Recapitalización” y “Urgencia”. Dos bancos hispanos están sometidos a ambos imperativos de forma más acuciante: El Popular por el efecto del gallego Pastor, el de los condes de Fenosa, fuertemente enladrillado y Bankinter, el hermano del Santander.

Lo mismo ocurre con seis entidades de origen cajero en proceso de banquerización: Caja Tres, Unnim, Novacaixagalicia, Catalunya Caixa y Bankia. No hablamos de las cajas directamente intervenidas por el Estado o en trance de intervención.

Pero el problema no se circunscribe a unas cuantas entidades; toda la banca española está también acuciada por el imperativo de la recapitalización.

El problema es cuando las inyecciones de capital deben proceder del Estado y este está sometido a duras exigencias de “consolidación fiscal”, otro eufemismo al uso.

Durao Barroso fijó ayer ante el Parlamento Europeo las prioridades que la Unión atribuye al proceso de recapitalización, que no son más que piadosos deseos:

Primero que se busquen la vida las propias entidades; segundo que, si no lo consiguen, paguen los Estados miembros y si los Gobiernos no pueden hacerlo que se pase la factura al fondo europeo de estabilidad financiera que verá lo que puede hacer con los 440.000 millones disponibles.

Nos asombran las cantidades que se manejan pero tienen escaso sentido cuando no tenemos ni pajolera idea de las dimensiones del agujero.

La Unión, léase Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy no terminan de aclarar que harán con Grecia y hasta donde quieren llegar para que el problema sea asumido plenamente por aquella. De momento hay que encomendarse a la Divina Providencia.

Sin embargo el presidente de la Comisión ha aportado una propuesta que responde a un clamor universal que exige un poco de decencia. Barroso dixit:

"Los bancos que no tengan el capital exigido deberán presentar planes para lograrlo lo antes posible. Hasta que lo hagan, se les deberá prohibir el pago de dividendos y bonos". Que menos, señor Barroso.

José García Abad es periodista y analista político