El poco honorable Quim Torra apareció ante las cámaras en la noche del miércoles, cuando en las calles ardían los coches y grupos de enmascarados se enzarzaban con los mossos a los que Torra, ni siquiera mencionó en su alocución. Lo hizo después de varias llamadas a la responsabilidad por parte de Pedro Sánchez, que le exigía una condena de la violencia. Pero no dijo gran cosa. Casi con desgana llamó a la calma, insistió en que el movimiento independentista es pacífico y no tiene nada que ver con los incidentes de estas noches; y apostilló: “Hay que frenarlo ahora mismo. No hay ninguna razón para los actos vandálicos”. Los causantes, en su opinión, son grupos de infiltrados: “No tenemos que dejar que los infiltrados y provocadores nos aparten del buen camino”, añadió casi con la boca pequeña.

No fue una condena contundente de la violencia. Algo pasa porque otros de sus colegas, como el mismísimo Oriol Junqueras, desde la prisión, el president del Parlament, Roger Torrent, o la portavoz del Govern, Meritxell Budó, han condenado estas acciones. Incluso el propio Puigdemont, desde su refugio belga, ha reclamado la no violencia. Se van desmarcando y dejan a Torra en el puente del barco evitando coger el timón como le obliga su puesto.

Se ve que los violentos están organizados, tienen una dirección que se ha formado con tiempo y un sistema de comunicación muy cualificado

Pedro Sánchez navega por las mismas aguas tormentosas con serenidad. El presidente del Gobierno en funciones demuestra la actitud del gobernante serio, que actúa sin dar tres cuartos al pregonero y mantiene la calma. Mientras tanto, los líderes del PP y de Ciudadanos cacarean exigiendo soluciones inmediatas. Se nota que no han vivido las tremendas situaciones que años atrás hemos atravesado con huelgas en sectores como el naval, que han protagonizado algaradas virulentas, sin mucho que envidiar a las catalanas. Casado y Rivera echan leña al fuego. No es el momento para ello. Se trata, como bien dice Sánchez, de presentar un frente de Estado unido. Pablo Iglesias, en comparación, está actuando con más sentido de Estado que los dos dirigentes de derechas.

Casado y Rivera no saben lo que están haciendo. Se ve que los violentos están organizados, tienen una dirección que se ha formado con tiempo y un sistema de comunicación muy cualificado, según cuentan amigos expertos en esa materia. Les sigue gente que sinceramente se puede sentir indignada por la sentencia, o que se deja llevar, pero quienes les convocan saben lo que hacen.  El president Torra, que cuenta con su propio servicio de inteligencia catalán, debería haber puesto en marcha un plan de acción para neutralizar a estas personas.  La falta de claridad engendra la duda. Señor Torra, transita usted por un camino muy resbaladizo. Se olvida de proteger la convivencia de los ciudadanos para defender intereses inciertos. Eso, ni los catalanes ni la historia lo van a olvidar.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com