Pero los absolutistas, los partidarios montaraces del Antiguo Régimen, los más potentados económicamente y la más alta jerarquía de la Iglesia católica eran, por lo general, furibundos enemigos de cambiar las reglas de un juego en el que, pasara lo que pasara, los más fuertes derrotaban siempre a los más débiles.

El Antiguo Régimen
Fueron éstos –la derecha de entonces, no nos engañemos- los que se dedicaron a pisotear hasta demonizar la Constitución conocida como La Pepa. Incluso con el rey Fernando VII encabezando la rebelión para mantener el Antiguo Régimen, los logros políticos obtenidos por la Constitución atemorizaban a la clase dirigente. El rey dio un golpe de Estado contra la legalidad que suponía la Constitución firmada por él mismo. Cuando dijo “marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional” estaba mintiendo de forma soez.

El Congreso de Verona
En diciembre de 1822, en el Congreso de Verona, la denominada Santa Alianza decidió que una España liberal era un peligro para el equilibrio europeo y se encargó a Francia la tarea de restablecer la monarquía absolutista en España. El 7 de abril de 1823, un ejército francés, llamado los 100.000 hijos de San Luís, al mando del duque de Angulema, cruzó la frontera por el Bidasoa.

Napoleón Bonaparte
No deja de ser más que significativo que la invasión del ejército de Napoleón Bonaparte provocó el levantamiento del 2 de mayo 1808 contra las tropas galas, mientras que unos años más tarde, la invasión de la Santa Alianza fue acogida como si los soldados franceses vinieran a salvarnos de los males de la Constitución de Cadiz. Bonaparte representaba –más allá de sus numerosas contradicciones- la Francia de la Revolución de 1789. El duque de Angulema, por su parte, representaba la Francia más reaccionaria.

Mitin electoral
La España reaccionaria -como si La Pepa fuera de su propiedad- ha celebrado este doscientos aniversario apoderándose literalmente de la Constitución de Cádiz. El PP está que se sale y Mariano Rajoy convirtió en un mitin electoral -orientado hacia Andalucía- su discurso que debía ser estrictamente institucional.

La izquierda de la época
Se autodenominan liberales los del PP y se creen que con ese rótulo son ellos los amos de aquella Constitución que era efectivamente liberal. Pero los liberales del siglo XIX eran, básicamente, la izquierda de la época por mucho que esto moleste a los populares. Aquel liberalismo no era precisamente el neoliberalismo actual, fundamentalmente inhumano. Los liberales de hace doscientos años fueron perseguidos, encarcelados, exiliados y muchos de ellos condenados a muerte y ejecutados.

El himno de Riego
En la madrileña plaza de la Cebada el militar asturiano Rafael de Riego fue ejecutado por ahorcamiento y decapitado. Como es sabido, el himno del liberal Riego fue el himno de la izquierda española y el himno nacional de la II República. La granadina María Pineda, activista en contra de una monarquía totalitaria, fue ejecutada a garrote vil cuando tenía 26 años.

“Los errores modernos”
Gregorio XVI, el Papa de entonces, enumeró “los errores modernos” y los condenó severamente. Condenó el “indeferentismo”, la “libertad de conciencia”, el “divorcio”, el “liberalismo”, la “separación del Estado y la Iglesia” y un largo etcétera. Sostenía el Pontífice que los “poderosos” tenían que defender a la Iglesia.

El PP, con la Iglesia
Aquel liberalismo del siglo XIX no es el neoliberalismo que tanto adora la derecha. Ahora el PP no sólo no critica a la Iglesia, sino que la mayoría de los obispos y cardenales españoles apoyan sin complejos, y casi siempre, a los populares en las elecciones. Y viceversa: el PP respalda a la Iglesia. Recordemos la ley del aborto y los matrimonios homosexuales.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM