Creo que en España no se hace política, sino politiquería. Para avivar la sangre de los votantes, aguada por el tedio, los asesores y expertos en márquetin de los partidos recurren a ardides de director porno y no dudan, por tanto, en idear escenas cada vez más tortuosas, risibles o extravagantes (o todo a la vez).

Y, así, a Casado lo han convertido de sopetón en pastor bucólico y renacentista, hasta el punto de que no será raro verle tocando la zampoña o rimándole endecasílabos a Yolanda Díaz en el Congreso y con la Arcadia de Sannazaro en las ruedas de prensa y recitando a los flashes de los periodistas, pálida la color y los ojos en blanco: Ergasto mio, perché solingo e tacito, etc.

Puesto que la politiquería nacional exige cada vez más porno, es decir, fingimiento, desbarre y teatralización, el otro día Pablo Casado se puso la pelliza cortijera y se marchó a un pueblo abulense a rodar una égloga de Garcilaso para apoyar en sus ansias caudillistas a Mañueco, un señor que huele, y no a ámbar, sino a corrupción, a muy negra y hedionda corrupción.

Y es que la supuesta financiación ilegal del PP de Castilla y León y la trama eólica perfuman el aire autonómico tanto o más que los purines de las macrogranjas que, como afirma ahora Casado, no existen, aunque su partido “fue pionero en cerrarlas hace veinte años”. Bueno, en realidad, según el propio Casado, él fue a Ávila a defender las gigagranjas, las macrogranjas, las microgranjas, las nanogranjas y el ser de la ganadería en cuanto ser-en-sí, en su condición ontológica, vaya, de los ataques del Gobierno. “Más ganadería y menos comunismo”, exige el lema del PP. Una proposición que tiene la misma coherencia interna que si respondes a la pregunta de qué hora es: “¡Ondia, yo también comí churrasco!”.

Sorprendentemente —¿o es solo otra de las tantas contradicciones del PP, que se refuta a sí mismo?—, Casado pronunció su discurso en una explotación de ganadería extensiva. Este es el modelo que defienden Greenpeace, muchos vaqueros y el ministro Garzón, que, en esa polémica sobre la carne que le inventaron las derechas, no contó a The Guardian nada que nadie supiera, o sea, que la carne de vacuno industrial es de inferior calidad que la de la extensiva, algo que se nota, por ejemplo, en las hamburguesas procesadas, que tienen una textura como de plexiglás y a las que hasta les echan, creo yo, párrafos de los artículos de Mesonero Romanos para inventarles un sabor castizo y retozón.

Viejas mentiras

Obviamente, el líder del PP no fue a Ávila a defender la ganadería, de la que parece que no sabe mucho, ni siquiera a entregarles su demagógica tarjeta de visita a las vacas: “Bueno, ya estamos en contacto”, sino a hacerse la postal. Lo importante era la postal, la foto con las vacas, y fungir ante los reporteros de personaje de Garcilaso: El dulce lamentar de dos pastores, / Salicio juntamente y Nemoroso, etc.

De manera que Casado soltó una agroprédica rumiante y herbívora, en consonancia con el entorno. Rumiante, porque volvió a masticar viejas mentiras, como que el Gobierno/Garzón habla mal de España en el extranjero. Y herbívora, para enternecer a las vacas, que son muy suspironas y sentimentales, y ganar su voto para Mañueco. A estas, sin embargo, más que la epístola colosense de san Pablo, les interesaba su almuerzo de paja, que les habían puesto para que mantuvieran los cencerros dentro del encuadre. No sé, a mí de toda aquella politiquería solo me quedó una duda: si Casado hacía de Salicio o de Nemoroso. A ver si García Egea nos la aclara, hombre.