Decía Ortega y Gasset en La rebelión de las masas (1927) que sólo tendrían que llegar al poder y a los gobiernos hombres de gran prestancia intelectual, y yo me atrevo a añadir que también de gran prestancia humana. Porque quienes gobiernan los países, quienes gobiernan el mundo, pueden llegar a mejorarle, e incluso a salvarle, pero también pueden llegar a destruirle y masacrarle.

Ejemplos tenemos mil, algunos muy cercanos. Los neoliberales son buenos ejemplos del poder de destrucción que pueden tener los gestores políticos: desde vender Bolsonaro la Amazonia de Brasil (el último pulmón del planeta) a multinacionales, al negacionismo de la crisis climática de todos ellos (porque cuidar del clima y la naturaleza no da dinero), pasando por el desgaste y el bloqueo de las democracias y los Derechos Humanos, que es un objetivo clave de los también llamados neofascistas. Sin olvidar los desastres provocados por Trump, o el genocidio que supuso la invasión de Irak, fundamentada en una mentira, por el trío llamado de las Azores, grandes neoliberales (neofascistas) los tres.

En sentido contrario, también han existido y existen grandes hombres en el panorama social y político mundial que se mueven por el bien común, y por  promover cambios que lleven a mejorar la vida de las personas y las condiciones del mundo. Uno de ellos es Albert Gore, el que fue Vicepresidente de EEUU en el mandato de Bill Clinton (1992-2000). Independiente de su gestión política social y demócrata, lleva décadas liderando la búsqueda de respuesta global al  fenómeno del Cambio Climático.

Tenía conocimiento e información, desde muy joven, del daño irreparable en la naturaleza y en el clima que el capitalismo extremo y el consumismo desaforado llevan décadas, desde mediados del siglo pasado, provocando, y ya entonces sabía muy bien de las terribles consecuencias que el cambio climático conlleva. De hecho, esa preocupación la trasladó a su quehacer político mientras fue miembro del Congreso (1977-1985), y mientras fue, posteriormente, miembro del Senado norteamericano por Tennessee. Es decir, su implicación en la lucha contra el desastre ecológico y climático ha sido una constante en la vida de este gran hombre.

En el año 2000, tras el fracaso de su candidatura presidencial del Partido Demócrata, y tras el nombramiento de Bush como Presidente, Al Gore continuó con su compromiso de explicar, informar y promover una conciencia mundial sobre los peligros futuros que nos trae el cambio climático y fue, incluso, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2007. En todo ese empeño, llegó a viajar por todo el planeta, a dar innumerables conferencias y clases universitarias, a hablar con los Presidentes de numerosos países, incluido el nuestro (ha tenido encuentros con Rodríguez Zapatero y con Pedro Sánchez; lógicamente, con los de la derecha nada de nada, que en estas cuestiones tienen al primo de Rajoy)

Creó también un documental, Una verdad incómoda (2006), con el objetivo de divulgar e informar, a través del testimonio de eminentes científicos, sobre la realidad, el origen y la evolución del cambio climático. Este documental, por cierto, en su versión libro, le valió un premio Grammy en 2009, así como un Oscar al mejor documental en 2007. Esta lucha titánica de un solo hombre por hacer consciente a la humanidad de una situación de crisis máxima, que es muchísimo más grave de lo que la gente común se cree, contrasta absolutamente con el otro extremo, el del negacionismo vergonzoso, y muchos dicen que criminal (porque las consecuencias de negar la situación pueden ser espantosas) de la derecha neoliberal. En España y en el mundo.

Recordemos a Rajoy y a su “primo biólogo” negacionista, o a Aguirre afirmando en 2022 que “… es que el clima cambia. El clima se caracteriza por eso, porque cambia. Yo no me creo ni una palabra”, o el negacionismo radical de Vox, o la presidenta de la Comunidad de Madrid, siguiendo el discurso de la ultraderecha, que, a su vez, copia el discurso de Trump, afirmando que existe un “lobby climático” que impone el asunto del clima en la agenda política. Son incapaces de entender que hay gente que se mueve por el bien de todos y no sólo por su ego y sus cuentas corrientes. Hay que estar muy ciego, o ser muy inconsciente, o muy canalla, para no percibir que todos tenemos ya sobre nuestras cabezas las consecuencias de la crisis climática que atenaza el futuro del planeta y, por supuesto, de la humanidad entera. Veranos tórridos y olas de calor que no cesan, temperaturas nunca vistas, aumento de las catástrofes naturales, desertización y graves sequías ya son una evidencia para todos.

Si buscamos el origen ideológico de la cuestión, desde la cultura-incultura cristiana se nos adoctrina, según su antropocentrismo canalla y narcisista, en despreciar a la naturaleza y a los animales. Será, como dice Milan Kundera en La insoportable levedad del ser, que es falso eso que nos cuentan de que dios haya confiado al hombre el dominio de la naturaleza y de otros seres, más bien, dice Kundera,  parece que el hombre inventó a Dios para convertir en sagrado el dominio y el abuso sobre ellos. Y así, muchos inconscientes y muchos infames siguen negando lo que cada día es más evidente.

Coral Bravo es Doctora en Filología