Hoy 20 de julio Pedro cumpliría 59 años. Y me lo recuerda Rosa, que siempre trabajó codo con codo junto a él. 

Cada vez que recuerdo a Pedro me sale sola una sonrisa. Y me pone triste pensar que nos dejó tan pronto. Pero vuelvo a sonreír cuando recuerdo momentos que viví con él. Siempre divertidos, siempre en positivo, siempre enriquecedores. 

Son muchos. Son buenos. Suenan siempre con ese acento tan especial de Pedro. 

Siempre me gustó Zerolo cuando yo militaba en las juventudes socialistas. Sus discursos casi siempre me hacían emocionarme. Alguna vez no estuve de acuerdo, alguna vez recuerdo removerme un poco en la silla y tomar notas (siempre tomo notas y las conservo). Y de hecho, una vez que alguna cosa me chirrió, al terminar la charla, la comenté con él. Aún no éramos amigos, y yo le miraba con respeto y cierta distancia. Él, recuerdo, me argumentó punto por punto su postura, y yo le escuché muy atenta. Mientras me hablaba, me cogió de las manos. Y yo, tras escucharle, le apreté con las mías y le dije: "no estoy de acuerdo, pero me encanta cómo lo explicas y ya sólo por escucharte hablar, merece la pena". Nos reímos a carcajadas y el brillo en sus ojos me inspiró mucha confianza. 

Fue tiempo después cuando las circunstancias me llevaron a verme en medio de un "escrache" en una manifestación en Madrid. Fui con mi amigo y en aquel momento compañero de partido, Juan Fernando, y todos los medios se hicieron eco del mal trago que pasamos. Aquella noche fue todo caótico: llamadas, mensajes, y mucho cariño de gente que no me podía ni imaginar. Y entre esas personas preocupadas por mí estaba Pedro. Removió cielo y tierra para dar conmigo, a través de amigos de amigos. "Esa niña, ¿dónde está? Díganme que me acerco a estar con ella". 

Y fue así como Zerolo y yo nos hicimos amigos. Se puso rápidamente en contacto conmigo y comenzamos a charlar de vez en cuando por teléfono. Recuerdo, como fografías, los distintos lugares en los que yo me sentaba, teléfono en mano, y escuchaba su voz, su discurso siempre cargado de frases tan bien dichas, tan bien pensadas, tan llenas de contenido. Recuerdo estar sentada en aquella plaza en Dortmund charlando sobre el 15M, sobre el PSOE, sobre su vida y la mía. Y recuerdo que cuando escuchaba de fondo cómo prendía un cigarrillo, me regañaba: "niña, deja de fumar!"

Sí, Pedro me llamaba "niña". Y me lo decía de una manera tan bonita, tan cariñosa y tan linda que jamás me molestó. 

Recuerdo ese zumo de naranja en el círculo de Bellas Artes. Sus pelo medio afro. Sus gafitas redondas. Sus manos cuidadas. Y esa sonrisa gigante. Le recuerdo hablándome de Jesús, cómo se le llenaba la boca. Compartíamos confidencias, nuestras cosas, "su guapo y mi guapo". Nuestros guapos. Lo que nos gustaba estar enamorados. Lo enamorados que estábamos de enamorarnos. 

Y el día que le conté que estaba embarazada. Lo bonito que fue verle tan contento. Sentirle chisporroteante de ilusión. 

Aprendí mucho de Pedro. De su alegría, de poner al mal tiempo buena cara. De su fortaleza, su elegancia y su inteligencia. Sobre todo de su inteligencia emocional. De republicanismo cívico. Cuando empezamos a dar charlas por los pueblos, "como copleteras", me decía. Porque Pedro usaba el plural femenino cuando hablaba de nosotras. 

Charlando en el coche, de camino a este y a aquel lugar. No parábamos de hablar. Y siempre nos quedaban mil cosas que contarnos. Mil libros que prestarnos. Mil cenas que compartir con nuestros "amores".

Hoy todo lo que Pedro tenía aún por decir se intentará explicar a través de una fundación que lleva su nombre. Porque Pedro ha dado su nombre a cosas importantes. Sí, una plaza en Madrid, en Chueca, lo tiene. Para que sea imborrable nuestro Pedro. Los que le conocimos y tuvimos la suerte de ser sus amigos no le olvidaremos nunca. Pero creo que también es importante que quienes no le conocieron, se acerquen a él a través de su fundación. Aquí os la dejo. Merece la pena. https://fundacionpedrozerolo.net/