Van a cumplirse veinte años del desastre del Prestige. Una de las mayores tragedias medioambientales de la historia de nuestro país con más de 2.000 kilómetros de costa asolados por el chapapote. Un desastre medioambiental que ya entonces fue frivolizado por quien entonces era ministro, y más tarde presidente del gobierno, el gallego Mariano Rajoy, que fue conocido por sus impresentables discursos al respecto como “El señor de los Hilillos”. Este absurdo negacionismo, del que todavía hoy hay dirigentes y partidos políticos de los que hacen bandera, debería estar al margen de ideologías, ante las evidencias, por el bien de todos. El 13 de noviembre del 2002 el Prestige, un buque procedente de Lituania y con destino a Gibraltar, atravesaba un fuerte temporal cerca del cabo Finisterre. El petrolero sufrió una vía de agua y empezó a derramar parte de las 77.000 toneladas del fuel que transportaba. Tras varios días de maniobra para su alejamiento de la costa gallega, el barco acabó partiéndose en dos y hundiéndose a 250 Kilómetros de la costa. El vertido afectó al sustento de más de 30.000 pescadores y la tragedia tuvo un coste económico que rondó los 4.400 millones de euros. Muchas de esas toneladas siguen en el buque, presuntamente selladas, aunque ya sabemos que el óxido del salitre del mar lo corroe todo, con lo que sería importante una intervención, como piden muchos de los pescadores y ecologistas gallegos hoy, para no lamentar mañana.

Coincide esta triste efeméride con la cumbre del clima en Egipto. Una cumbre con la ausencia de los países más contaminantes, como China, India, o EE.UU., enfrascada en sus elecciones legislativas, y en medio de una bipolarización casi guerracivilista de su ciudadanía. Joe Biden ha comprometido su asistencia, aunque dadas las circunstancias de su país, nada es seguro de ese compromiso. La denominada cumbre de la implementación, la reunión de más de 80 líderes mundiales con la que se ha iniciado la COP27 en Sharm el Sheij (Egipto), afronta el reto de lograr resultados “concretos” y la “solidaridad climática”. Abdelfatah al Sisi, presidente de Egipto -país que preside este año la cumbre en su ciudad costera Sharm el Sheij-, instó a los estados representados en la conferencia a que entreguen “resultados claros y concretos” por el “bien de todos” y a que negocien además “con conciencia y flexibilidad” ante la urgencia climática. Todo esto en medio de la fuerte represión egipcia a los manifestantes de su país, lo cual no deja en buen lugar el respeto por las libertades de expresión y derechos humanos del anfitrión egipcio.  

El secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, pidió que no se utilicen los conflictos -como la guerra en Ucrania- como “excusa” para alejarse del objetivo fijado en el Acuerdo de París, que busca contener el calentamiento de la tierra por debajo del grado y medio respecto a los niveles preindustriales. Aunque la realidad es que ya se han superado, según el equipo de científicos climáticos de la ONU (llamado IPCC). Estos apuntan que el mundo debe limitar el aumento de temperatura media global a 1,5 ºC para 2100 si quiere evitar los peores efectos de la crisis climática, pero se calcula que el planeta ya ha sobrepasado en este punto el 1,1 ºC de calentamiento. “Estamos en una autopista al infierno climático con el pie en el acelerador”, lamentó Guterres en su intervención en la cumbre, antes de pedir gravar los beneficios extraordinarios de las empresas de energías fósiles, cosa que ya se ha sugerido en España y EEUU, y “reorientar” ese dinero hacia quienes sufren el alza en los precios de la comida y la energía, y para paliar los daños causados por impactos climáticos. También reclamó a los mayores emisores un “pacto de solidaridad climática” de forma que ayuden a las economías emergentes a acelerar “su propia transición hacia las energías renovables” y que pongan fin a la “dependencia de los combustibles fósiles”.

Los máximos responsables de la Unión Europea y de los Estados miembro que han participado en la Cumbre de Líderes de la COP27 han asegurado que, pese a la crisis energética, el Viejo Continente mantiene su compromiso con la transición ecológica, tanto propia como de los países en desarrollo. A lo largo de las dos jornadas de la Cumbre de Líderes, han transmitido este mensaje con el fin de recuperar la confianza de los países más vulnerables, que temen que la crisis desatada tras la guerra en Ucrania relegue la promesa de apoyar su descarbonización y su lucha contra el cambio climático. En este contexto, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, han pedido a los países del norte más implicación para proteger el clima y “hacer equipo” con el sur para facilitar su adaptación a los cambios y el desarrollo de energías renovables. Sinceramente creo que, ante la realidad bélica global que vivimos, y la avaricia caníbal de nuestra especie, esto no va a quedar mas que en otro brindis al sol. Vamos camino de la extinción y, sinceramente, nos lo merecemos, porque no ha habido especie más letal que la nuestra para el planeta, a pesar de tener todo en nuestras manos, empezando por la inteligencia y el conocimiento-se supone-, para haber hecho lo contrario. Sólo espero que, en el camino, este milagro de vida llamado planeta Tierra, pueda resurgir, y queden algunos hombres y mujeres buenos…